EL VINO... ¿MÁS BARATO QUE EL AGUA?
Recuerdo que, de niño, me gustaba jugar con la bola del mundo que teníamos en casa. La hacía girar y con el dedo índice de la mano derecha la paraba en un punto al azar. Cogía la enciclopedia y buscaba el nombre. ¿Había montañas?,¿de qué color eran sus habitantes?, ¿qué animales correteaban por sus tierras?. Estas eran las preguntas que más me interesaban. Podía pasarme así toda una tarde de lluvia en casa. ¡Qué tiempos aquellos!
Uno de esos países en los que me encantaba que mi dedo cayera en su territorio era Australia. Las enciclopedias siempre hablaban de playas inmensas, de canguros y coalas, de unos nativos de facciones muy peculiares y del Uluru, su monte sagrado. Si repitiera hoy día el ejercicio, unos cuantos años después, añadiría algunas preguntas más y probablemente todas ellas relacionadas con el vino y la gastronomía. Y es que, desde el punto de vista vinícola, Australia es un país tan desconocido como emocionante.
Desgraciadamente para los nativos, en 1770, el teniente de la Real Marina Británica James Cook, reclamó la costa este para el reino de Gran Bretaña y la llamó Nueva Gales del Sur. Tras hacer un estudio del territorio y compartir sus descubrimientos con los gobernantes británicos, se llegó a la conclusión de que podía ser una excelente solución al exceso de prisioneros que abarrotaban las cárceles inglesas. Dicho y hecho, en 1778 se establece un asentamiento penal en Port Jackson y ése mismo año se plantan las las primeras vides, llevadas desde Europa, en el jardín del gobernador, lo que sería el futuro centro de Sidney. Poco a poco, se extendieron las plantaciones allá donde hubiera algún asentamiento británico.
A pesar de que los británicos no eran expertos en la elaboración de vino, sí que lo eran en su consumo. El vino ha sido un producto altamente demandado por su sociedad. Los vinos de Burdeos, Ródano, Rin, Madeira, Oporto o Jerez fueron sus preferidos en muchos momentos a lo largo de la historia. A finales del S. XVIII y comienzos del XIX se sucedieron en Europa una serie de guerras que entorpecieron de manera sensible el comercio del vino, lo que impulsó de manera definitiva la producción de vinos de la colonia australiana. Durante el siglo XIX era habitual la elaboración de vinos encabezados, buscando imitar los de algunas de las regiones nombradas anteriormente y poder satisfacer la demanda de los colonos.
Dos de los personajes más importantes de la historia vinícola australiana fueron James Busby y Christopher Penfold. El primero fue la persona que introdujo los primeros esquejes de Syrah, hoy día denominada Shiraz en Australia, al comienzo de la década de 1830 y fue la uva preferentemente plantada por las familias que se asentaron en el Valle de Barossa, donde actualmente se elaboran vinos de máximo prestigio con esta variedad.
En 1844 llegó Christopher Penfold a Adelaida a ejercer su profesión de médico y lo hizo con un montón de esquejes llevados desde Francia y España. Se asentó junto a su familia en una casa a la que llamaron Grange, en Magill, justo a las afueras de Adelaida. Tanto la medicina como el negocio del vino les fue genial y fueron ampliando su viñedo. Esas mismas vides que plantó el médico sirvieron, cien años después, para que el enólogo Max Schubert creara un mito y elaborará el primer Penfold's Grange Hermitage en 1951, el primer vino australiano que entraría a competir en calidad con los grandes vinos europeos.
Fue durante los años ochenta cuando en Australia se dio una auténtica revolución vinícola. Muchas personas plantaron viñedos, empujados por las facilidades y ayudas que ofrecía el país. La norma principal era que no había normas, cada cual podía hacer prácticamente lo que quisiera, con las técnicas que quisiera. La cosa funcionó gracias a esta mentalidad abierta y predispuesta a aprender y adaptarse al mercado, todo ello unido a una importante investigación y aplicación científica en cuanto a nuevas técnicas en el campo y en bodega. Por ejemplo, Australia fue el país que introdujo el bag in box en el mundo del vino. El clima cálido hacía que se produjeran vinos muy afrutados y de gran relación calidad-precio, altamente competitivos. Al igual que en California, los vinos monovarietales se apoderaron del mercado, facilitando la elección al consumidor final. Todos estos condicionantes hicieron que la comercialización del vino australiano en el mundo fuera un auténtico éxito.
Actualmente Australia se sitúa como el 5º productor mundial aunque, en muchos casos, el negocio no les funciona tan bien como muchos de ellos podrían esperar. Se produce bastante más uva de la que el mercado puede absorber, por lo que en muchos casos se están encontrando situaciones tan curiosas como que el agua embotellada resulta más cara que una botella de vino en un supermercado.
En los últimos años Australia vuelve a dar un giro en su política vinícola y apuesta por la identificación de terroirs y por la calidad frente a la calidad. Especialmente interesante me parece el nuevo movimiento de jóvenes productores, apartándose de los avances tecnológicos, elaborando de manera natural y respetuosa con el medio ambiente, en lugares menos conocidos pero con resultados esperanzadores. Como ejemplo, os recomiendo que probéis los vinos de Patrick Sullivan, en la región de Gippsland, en Victoria.
Salud!
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DANI CORMÁN
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