LA LEY DE LA VIÑA Y EL VINO
Voy a comenzar este artículo con una confesión, debo reconocer ante el lector que hasta que no me puse a investigar para escribir estas líneas, desconocía la existencia de la ley 24/2003 de 10 de Julio, ley de la Viña y el Vino.
Dicho esto, debo reconocer que probablemente sea la ley de aquellas que yo he leído, cuya exposición de motivos más me ha gustado e ilustrado.
Tras el habitual preámbulo sobre las Cortes Generales, comienza dicha ley diciendo: “El vino y la viña son inseparables de nuestra cultura”. Tras sentar semejante base, con la cual esta letrada no puede estar más de acuerdo, el texto hace un interesante recorrido sobre el devenir legislativo a lo largo de la historia en cuestiones de vino y viñas.
Y resulta que llevamos desde el siglo XVII legislando sobre vino, al principio más para evitar excesos de los vinateros, y posteriormente más preocupados por la calidad de nuestros vinos. Y así, en 1888 se promulga un Real Decreto por el que se dispone que “el Gobierno establecerá en París, Londres y Hamburgo estaciones enotécnicas, con objeto de promover, auxiliar y facilitar el comercio de vinos españoles puros y legítimos.”
Parece que ya en los albores del siglo XX existía una honda preocupación por la promoción y comercialización de nuestros vinos, quizás auspiciada por el auge de la producción vinícola de otros países del Mediterráneo. Actualmente el escenario geopolítico ha cambiado bastante, sin embargo, la preocupación por el respeto a nuestros productos fuera de nuestras fronteras y la necesidad de ampliar los mercados, hacen que sea más necesario que nunca no sólo crear un producto de calidad que pueda competir a los más altos niveles, sino también educar los paladares patrios y foráneos para que aprendan a apreciar y valorar los frutos de un conocimiento que ha pasado de generación en generación.
Resulta muy interesante ver como cada vez existen más bodegas que abren sus puertas a la visita del gran público, que no dudan en descubrir un poquito sus secretos, y se ofrecen a enseñar al lego a apreciar y entender la complejidad que esconde una botella. Las denominaciones tradicionalmente menos valoradas han hecho un esfuerzo mejorando sus vinos sin perder la esencia de las uvas tradicionales de cada zona. No hace falta remontarse demasiado en el tiempo para ver que durante muchos años nos olvidamos de los vinos de Toro, de la Mancha, de León… entre otras muchas denominaciones condenadas al ostracismo por la hegemonía del Rioja y el Ribera de Duero.
Sin embargo, más allá de los Pirineos, aún cuesta ver en la carta de los restaurantes vinos españoles, predominando casi siempre los franceses e italianos, con alguna incursión alemana, húngara o griega de vez en cuando. Quizás resulte con el vino como con otras muchas cosas y el problema no sea el paladar ajeno, sino nuestra propia capacidad para dar a conocer y destacar nuestro propio producto. Puede que el legislador actual deba retomar las ideas de aquellos que le precedieron en 1888, ayudando a los productores, y no solo a los del vino, a establecerse y dar a conocer las bondades de sus productos fuera de los circuitos más cercanos.
DURA LEX SED LEX
Alazne Cano
Letrada - Col. 4461 ICAGI