Me encanta que el otoño entre por la ventana de golpe y porrazo.
Un bandazo, fuerte y sincero que nos recuerda que todavía la vida sigue su curso habitual.
Será que últimamente me cuesta reconocer la naturalidad de las cosas, con tanto protocolo, peticiones, instancias y quejas burocráticas. Será que el devenir de esta sociedad que nos hemos inventado no responde a mi instinto animal.Sea lo que fuere, encuentro terriblemente gratificante que el viento me zarandee y no las noticias.
Cuando las temperaturas bajan tan bruscamente el cuerpo pide calor y no es de extrañar. Nuestro sistema de termoregulación es bastante limitado, por eso mismo el uso de vestir cual cebolla otoñal está tan arraigado. Cierto es que la ropa ayuda a mantenernos calientes pero energéticamente hablando lo más interesante es generar CALOR INTERNO.
Durante mis años de camarera he podido constatar el hábito de consumir el café BERO-BEROA de cientos de personas, en particular personas enérgicas que necesitan añadir kilocalorías a su dieta, siendo torbellinos multitarea que arreglan el mundo a la vez que hacen la compra. Todas estas actividades requieren de una energía magnánima que hay que mantener a lo largo del día; calor igual a energía.
Podemos añadir energía de muchas maneras a nuestra dieta siendo el consumo de carne la más habitual en nuestro entorno, pero coincidiran conmigo en que no es lo mismo degustar un exquisito guiso cocinado a fuego lento, que tragar veloz un filete a la plancha que se queda frío en un suspiro y te deja tibio cual pajarito. Dudo que alguien se resista a un buen asado de carne en invierno, calienta el alma y la casa con el horneado, eficiencia energética pura y verde.
Tanto ejemplo explícito de carne requiere su contrapunto vegetal, bien saben ustedes que hay que comer verdura, hombre por favor. Los vegetales crudos o poco hechos aportan cantidades muy importantes de vitaminas que se destruyen con el cocinado, por ello les animo a incluir una ración diaria de vegetales coloridos crudos en forma de ensalada como guarnición equilibrante. Atrévanse con las hojas verdes invernales, escarola, espinaca, canónigos o rúcula.
La rúcula en concreto, con ese sabor picante tan característico anima cualquier ensalada. Proviene de la familia de las crucíferas, coles, berzas, brócoli, etc. Todas ellas con grandes propiedades protectoras frente a muchos tipos de cáncer, florece en invierno y revitaliza con sus grandes dosis de hierro, vitamina A y vitamina C. Una joya.
¿Preparados para la receta?
Inspirado en uno de los guisos más tradicionales de la cultura mediterránea, ragú Bolognese...Vegano, marchando equilibrio en el plato.
BOLOGNESA VEGANA
INGREDIENTES:
- Un bote de garbanzos cocidos ecológicos (sin aditivos alimentarios)
- Dos cebollas medianas
- Dos o tres dientes de ajo
- Dos zanahorias
- Un calabacín
- Una ramita de apio (imprescindible, solo, en la receta original)
- Aceite de oliva
- Sal
- Pimienta negra
- Al gusto, champiñones, penca de acelga, nabo, etc.
- Orégano
- Tomillo
- Tomates maduros de la mejor calidad.
MÉTODO:
Pelar las cebollas, picarlas y disponerlas en una olla con un fondo de aceite. Encender el fuego tímido
Pelar las zanahorias y el ajo. Picarlas en medias lunas y añadirlas. Igual con el calabacín. Añadir el apio si se desea. Agregar las hortalizas de relleno. Disponer los garbanzos lavados y escurridos. Salpimentar y especiar. Lavar y trocear los tomates grosso modo. Añadir a la cazuela y cocer durante 15 minutos.
Corregir y disfrutar con pasta, arroz o cualquier otro cereal integral.
Al mezclar una legumbre con un cereal integral obtenemos una proteína de alto valor biológico que acompañada de una ensalada de rúcula y nueces nos proporciona un almuerzo equilibrado.
¡Feliz otoño!
EQUILIBRANDO
ANNE OTEGI
OSOA sukaldaritza&ikaskuntza
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Etiquetas: nº 192 - octubre 2020