EL SOMBRERO PESA MÁS QUE LA CABEZA

| nº 146 | noviembre 2016

Dejó escrito Pérez-Reverte que cuando un libro es destruido algo de nosotros mismos se mutila irremediablemente. Cuando un libro arde mueren todas las vidas que lo hicieron posible, todas las vidas en él contenidas y todas las vidas a las que hubiera podido dar, en el futuro, calor y conocimientos, inteligencia, goce y esperanza. Así, un buen libro, en su aparente insignificancia, comparado el puñado de hojas con 11.000 tuits y 1.526 congresistas de 45 nacionalidades, es mucho más trascendente que la última edición de San Sebastián Gastronomika. Porque, ¿saben?, de no haberse celebrado, nadie, ni siquiera los organizadores, desprovistos del juguete y sus jugosos ingresos, hubiera visto su alma asesinada, sustituida por una laguna oscura.

Los gestores se niegan a admitirlo, y en ocasiones reaccionan a la crítica constructiva con llamadas y cajas destempladas, pero el modelo se revela agotado. El encuentro, fuertemente subvencionado por, al menos, Gobierno de España, Gobierno Vasco, Diputación Foral de Gipuzkoa y Ayuntamiento de Donostia, languidece entre bostezos del auditorio, resignación de los expositores, endogamia, paripés, desprestigio e incluso alguna tomadura de pelo.

Salta a la vista que el sombrero pesa más que la cabeza, pero la evidente falta de sustancia no impidió que la última nota de prensa ficción la encabezara el titular “San Sebastián Gastronomika - Euskadi Basque (sic) completa el primer mapamundi culinario mundial”. Señores, hay más información sobre Australia, presunta protagonista, en un kiwi del supermercado. Y con idéntica crudeza hay que juzgar la ausencia de Japón y Brasil, el desprecio a sus culturas culinarias, otros dos reclamos que dan para mucho más que 150 minutos de charla previo pago. Espabilen, por el bien de todos, antes de que una de esas gestoras tan de moda corrija su rumbo, o el congreso que necesita Euskadi se celebre en otra ciudad, en pos de aire fresco, necesarias sinergias y construcción de país. La rolliza gallina heredada de García Santos puede haber dado, agotada, su último huevo de oro.

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