DE MAYOR QUIERO SER...

| nº 141 | junio 2016

Todo sucedió hace unas pocas semanas. Cuando Donosti estaba gris, triste, aburrida y con el cielo encabronado. Era el mejor momento para escapar de la ciudad. Recuerdo las miradas de los vecinos al verme salir de casa en pantalón corto y sandalias aquel día de lluvia, viento y frío. Miradas de extrañeza en un primer momento y de cierta envidia después, al ver el equipaje. Es uno de esos momentos en los que adoras tu trabajo. En un día como hoy te vas a Sanlúcar de viaje...¡de trabajo!

Pues eso, junto a Iñaki Irizar, mi socio, gran amigo e incansable compañero de fatigas enópatas, nos dispusimos a pasar unos días de apasionante trabajo sanluqueño.

La primera jornada resultó épica. Entre las nueve y las doce de la mañana, catamos más de cien botas en la magnífica bodega de Juan Piñero, de la mano de Ramiro Ibañez, con el fin de realizar diferentes embotellados para algunos clientes.

DANI 6083 OJ141 Hablamos ya de Ramiro en un reciente artículo, creo recordar, del mes de Noviembre. Tan sólo por pasar con él una mañana se justifica el viaje hasta Sanlúcar. Fuente inagotable de conocimiento, domina no sólo la parte del viñedo y la elaboración, sino también la historia de su región, de sus vinos y sus gentes. Analiza con abrumador criterio los diferentes momentos de la historia del vino de Jerez. Interpreta el pasado para aprender de los errores cometidos y enriquecerse de los aciertos. Así es como se construye la base para elaborar grandes vinos en una región con más de tres mil años de historia vinícola. Son los cimientos para construir el futuro. Ramiro lo tiene todo para ser un grande.

Terminado de manera más que satisfactoria el trabajo en Juan Piñero, tuvimos la fortuna de conocer, gracias a Ramiro, a Fran Asencio, el cual nos invitó a conocer su recientemente adquirida bodega Pedro Romero. Podría hablarse de museo o de templo más que de bodega. Pedro Romero adquirió, antes de quitarse la vida, viejísimas botas del gran Gaspar Florido, auténticas reliquias de incalculable valor para un amante del vino. Me resultó de una emoción máxima probar aquellas joyas en aquel entorno tan rebosante de historia. Puede resultar extraño, pero tuve la sensación de tener a mi lado a Pedro y a Gaspar, observando y disfrutando con nosotros, viendo recompensado el trabajo y esfuerzo de tantos y tantos años. Las lágrimas fueron inevitables y allí quedaron, en el albero de Pedro Romero.

DANI OJ141 Eran las cuatro de la tarde y ni siquiera nuestro estómago se había percatado de la hora. Corrimos hasta la Peña Bética para dar buena cuenta de su maravilloso choco frito, en pieza entera, bien regado, como no podía ser de otra manera, con unas botellas de manzanilla.

Tras un relajante paseo por Bajo de Guía y después de observar la entrada de los barcos con la pesca del día, nos apresuramos hacia el Barrio Alto para ser los primeros a la apertura de las pescaderías, a eso de las ocho de la tarde. Entre tanto, pasamos por la diminuta bodega de Fernando Angulo, el cual se encontraba haciendo los degüelles de sus extraordinarios espumosos de palomino elaborados, como a él le gusta decir, mediante el método sanluqueño. Qué grande es Fernando y qué extraordinarios son sus vinos. Tras probar todos y cada uno de ellos (unos cuantos) y a la espera del pescaíto fresco, recorrimos algunas tabernas entre cantes jondos, amontillados y langostinos. Para cuando nos dimos cuenta ya habían cerrado las pescaderías y casi estaban desmontando las calles. Menos mal que nuestro gran amigo Armando se apiadó de nosotros y nos dio cobijo en su Taberna der Guerrita para terminar el día como Dios manda, con una delirante Bota nº 63 del Equipo Navazos. Emocionante.

Una primera jornada intensa, provechosa y gratificante. Las siguientes os las contaré en sucesivos artículos. Da gusto comprobar que en Sanlúcar todo sigue igual, que la temperatura siempre es maravillosa, la gente igual de amable y divertida, la gastronomía inmensa e incluso las motos siguen circulando sin casco por sus aceras y callejuelas.

De mayor quiero ser...¡sanluqueño!