RECETAS BIEN EXPLICADAS: OBISPILLOS CON NÍSPEROS
Andaba yo la semana pasada inmerso en dilucidar cual sería mi próxima receta para las sabatinas recetas que desde hace casi veinte años explico con detalle en las ondas sonoras de Radio Euskadi. Y lo hacía mientras paseaba un día lluvioso por la playa de Gros como siempre la hemos llamado los lugareños con cariño.
Nunca recuerdas cómo llegan las ideas, cuál es el origen de esa bombilla que todos los que trabajamos en innovación ansiamos. La chispa que da origen a un plato, a un texto, a un pequeño invento que dé como resultado eso, algo… como por ejemplo…
Un diseño de gabardina que conectada a una zanahoria permita volar, unos zapatos que se calcen desde las suelas, las líneas del nuevo híbrido enchufable a energía cósmica, unos calzoncillos que absorban los pedos, un político que reconozca los aciertos de su opositor, un árbol que dé las manzanas envasadas al vacío, una arena que no se meta en los ojos, un armario que solo sirva para salir, una taza sin fondo ideal para los tés muy calientes, un paraguas para aguas residuales, un aire envasado para ventilar los desaires, una novela que guste a todo el que la lea, un ciprés que dé sombra rechoncha, unos audífonos que filtren las gilipolleces, unos auriculares para escuchar el culo, un ordenador que desordene, un plancha arrugada, un zapato que se venda ya con mierda de perro adherida a la suela y así no tener que mirar por donde andas (éste super práctico), un coche que se doble y quepa en un bolsillo, un pantalón para el talón, una sartén con mango de Costa Rica, un móvil auto destruible si superas un minuto en Instagram, o qué sé yo de cosas.
Pero déjame que te diga algo. No deberías hacerlo porque la consecuencia no sería muy favorable. Recordar el origen de cómo surgió la idea, la bombilla, podría dar lugar a una metodología y eso en innovación no es buen sistema. Corremos el riesgo serio de que siempre salga lo mismo.
Ésta vez sí la recuerdo. El gorro que llevaba y me protegía de la lluvia. Eso junto con los recuerdos de alguno de los viajes dio origen a esta curiosa receta. Empezó en Pekín hace muchos años. Puestos callejeros abarrotados de gente. En uno en especial los viandantes se arremolinaban en torno a un pequeño producto de difícil definición en la distancia. Freían algo que desde lejos no se asemejaba a nada reconocible. Del tamaño de una nuez pequeña.
Todo cambió mientras me acercaba. Muy parecido a la mitra que llevan los obispos y demás jerarcas de la iglesia católica. Pero en miniatura. Enseguida los reconocí. Obispillo de pollo. La RAE lo cuenta en su tercera acepción. Rabadilla de las aves.
Pues eso, rabadilla del pollo frita. Con un huesecillo final que mordisqueas cuando lo comes. Igual que cuando lo haces con una punta de alita del mismo animal.
Pero claro. En Radio Euskadi hablamos para muchos miles de personas y me preparé para algún comentario talibán diciendo tropelías sobre el producto en cuestión. Esperaba esa llamada. Que si es asqueroso, está lleno de grasa, es el centro de las hormonas que les inyectan a los bichos, que si comes uno solo se te queda cara de pollo y demás.
Y no tardó en sonar el teléfono. Pero poco pude hacer. Ciertas personas se creen a pies juntillas sus propias leyendas urbanas.
Le explicamos que la carne de pollo es una carne blanca. Que todas las partes del pollo son comestibles y algunas, incluso, muy ricas. Que el pollo no está lleno de hormonas y menos aún se acumulan en la rabadilla del animal. Pero ni por esas. Los mitos no desaparecen con una simple explicación. Además, ¿quién soy yo para convencer a nadie de nada? Solo procuro pasear por la carretera de la ciencia juntándome con gente que sabe un montón de todo esto y alejarme de los senderos y atajos de la superchería y la ignorancia.
Obispillos con nísperos. Puedes leer la receta en xabiergutierrezcocinero.com y deleitarte con una combinación curiosa. Fruta con una parte injustamente denostada del ave. Su rabadilla. Y no olvides que la alimentación variada es la clave de que sea sana. Solo tú puedes cambiar un alimento rico y sano en tóxico y ponzoñoso. Por desgracia es fácil. Solo tienes que hacerlo habitual en tu dieta.
Recordando las palabras del médico del siglo XVI, Paracelso: “Todo es veneno y nada es veneno, solo la dosis hace el veneno”.
TE LO DIGO
...y te lo cuento
Xabier Gutiérrez
Cocinero y escritor