EL TABACO MATA
Donostia, 19 de enero de 2045.
Hoy he ido a visitar a mi abuelo a su casa. En realidad, hemos ido a celebrar el día de Donostia. Teníamos cena y el menú lo hacia el abuelo que según me ha dicho el aita es un buen cocinero, aunque nunca trabajó como tal.
Cuando he llegado he visto que la mesa estaba casi preparada y mi abuelo especialmente contento. Nada más verme me ha dicho que me iba a enseñar un plato muy especial que tenía preparado. Me ha llevado al frigorífico y me ha enseñado una cosa bastante repugnante. Eran gusanos vivos y trasparentes que no dejaban de moverse hacinados entre ellos. A mí me ha dado un repelús que pa qué. Incluso me he puesto a llorar. Eso al abuelo no le ha gustado nada y me ha empezado a contar unas historias sobre el bicho en cuestión. Creo que ha sido peor.
Me ha dicho que hasta la prohibición del 29 se encontraban de manera habitual en las pescaderías y que cuando son mayores se hacen grandes y negras. Qué asco.
Pero ¿eso es pescado? le he preguntado torciendo el morro. Y me ha dicho que sí, más o menos. Ha contado que se llaman angulas y que eran muy caras. Pero que ahora, después de levantar la veda de más de quince años, hay muchas y los precios están tirados y que por eso las tenemos hoy en el menú.
Yo le he dicho que no pienso comer esos gusanos y él se ha reído diciéndome que mejor, que a más tocará para los demás. El aita me ha dicho que haga lo que quiera pero que él no se va a perder su ración. He pensado que tengo una familia muy rara. Ahora resulta que esa mierda es un manjar.
Pero la parte más divertida ha sido cuando le he visto empezar a cocinar los gusanos esos. Yo me mantenía a distancia por si acaso. Me ha contado que lo importante es que, después de cocer los bichos apenas un minuto, hay que saltearlos con ajo, aceite y un poco de guindilla. Mientras me lo describía ha cogido un colador repleto de los gusanos trasparentes y al ir a sumergirlo en el agua hirviendo ¡¡¡zaaass!!! han salido más de la mitad dando un salto enorme hacia afuera. El abuelo ha empezado a maldecir y yo me estaba partiendo de risa. Había gusanos por toda la cocina, incluso en el techo. Algunos por el suelo seguían moviéndose y tratando de escapar. Los tacos del abuelo eran de los más gordos que le había oído jamás. Verle intentando recogerlos era para trincharse de risa. Los que seguían pegados al techo los intentaba soltar con la punta del palo de la escoba y aun se movían. Encima de la cafetera había tres y alguno había caído por la pila dándose a la fuga por el desagüe. Ha llegado el aita y le ha ayudado a recogerlos. Yo estaba con un ataque de risa. Entre los dos se han enfadado. El abuelo le decía que por qué no las había traído cocidas en vez de vivas y el aita le rebatía diciéndole que era garantía de frescura. Vaya si lo era.
Luego le ha dicho que primero había que matarlas con tabaco. Yo creo que están todos locos. No me imagino al aita echando el humo de un cigarro a todos y cada uno de los gusanos. O hacer que tal vez cada angula se fumara un pitillo. No entiendo nada.
Había pasado más de una hora desde del incidente, pero el mosqueo ha seguido porque claro, la ración era menor. Al final hemos tocado la tamborrada que daban por la tele desde la plaza de la Constitución y nos hemos ido pronto porque yo mañana salgo en la infantil y había que madrugar un poco. Antes de marcharnos me he pasado por la cocina y entre los platos que había para fregar he encontrado uno de esos gusanos que había sobrado. Me he quedado pensativo y he sentido curiosidad. Lo he agarrado y me lo he acercado a la nariz. Olía a ajillo. Le he dado un mordisco en la punta y el sabor no era malo. Después desde el desagüe he visto asomar la cabecita a una de las que había logrado huir y entonces he salido escopetado a la puerta.
Los aitas me esperaban en el ascensor.
TE LO DIGO
...y te lo cuento
Xabier Gutiérrez
Cocinero y escritor