NO ES SLOW TODO LO QUE RELUCE
Mucho me temo que estemos entrando en el peliagudo juego del esnobismo gastronómico, que igual que pasó con el vino, llevará a una subida del precio injustificada, pero eso sí, nos va a dejar unas fotos preciosas en redes sociales y un montón de discursos muy eco, más bio que nada, pero bastante vacíos de contenido.
Esta semana ha ido la cosa de coches en mi despacho: diversos problemas, entre ellos por la compra de un cliente de un coche Kilómetro 0. Yo que llevo ya trece maravillosos años conduciendo el mismo bólido a mi entera satisfacción y sin intención de cambiarlo, lo primero que pensé cuando me dijo que era Kilómetro 0 es que lo habrían producido en Euskadi, pero no, en cuanto a coches, la acepción Kilómetro 0 es otra. En gastronomía, la característica principal, aunque no la única, de este tipo de productos es que tienen en cuenta la distancia entre el punto de recolección o producción, es decir el punto de origen, y su lugar de consumo final.
Los productos de proximidad son una tendencia que se origina en el movimiento Slow Food, una corriente que reivindica una nueva forma de entender la alimentación, cimentada en el ecologismo, el desarrollo sostenible, la defensa de la biodiversidad, el comercio justo y el compromiso de carácter ético con los productores. Es decir, que lo que nuestros antepasados hacían de forma natural, porque a nadie le dio por comer aguacates en su desayuno del siglo XVI porque no los había por Donosti (que me disculpe el estimado lector el capitalismo donostiarra), y sospecho que ni siquiera se conocían, a nosotros han tenido que venir a enseñárnoslo.
En la actualidad, para que un producto pueda ser considerado Km0 tiene que producirse y consumirse en un radio que no supere los 100 Kms. Es decir, que sea “local”. Además, debe ser un producto de temporada. Ya estamos perdiendo un montón de fotos de desayunos para el Instagram sólo con las dos primeras normas.
Además, son productos ecológicos, es decir, su proceso de producción y transporte se ciñe a unas normativas que garantizan que se tratan de alimentos naturales, a los que no se les ha añadido productos químicos ni tóxicos, aunque ojo, que un tomate se considera ECO cuando no ha superado 2 sulfatados. Pero de eso hablaremos otro día.
En todo el proceso de producción el transporte de estos productos se realiza con el máximo cuidado y protección al medioambiente, o eso se supone, debe ser que hay brigadas de personas altamente cualificadas comprobando que todos los medios de transporte empleados en el asunto son eléctricos, o lo mismo es que se hace todo en barcos de vapor…
Si bien hay un montón de buenas intenciones tras la iniciativa de los alimentos de Km0, lo cierto es que se observa también una cierta tendencia al alza del precio de dichos productos, que si tienen menos transporte, también deberían reducir su precio por dicho motivo, compensando así los mayores gastos de producción, pero como hay bastante de postureo en este tema, lo que unido a la inestimable ayuda de las redes sociales y el apoyo institucional a todo lo eco (no me hagan hablar de la agenda 2030), nos da una combinación, cuando menos peligrosa.
Mucho me temo que estemos entrando en el peliagudo juego del esnobismo gastronómico, que igual que pasó con el vino, llevará a una subida del precio injustificada, pero eso sí, nos va a dejar unas fotos preciosas en redes sociales y un montón de discursos muy eco, más bio que nada, pero bastante vacíos de contenido real. Por favor, vayan a los puestos de sus caseras de confianza, compren en el carnicero de su barrio, vayan andando a la compra y tómense un vino en el bar de la esquina, mejor si es con pintxo, y así, uds. no contaminarán haciendo la compra, serán más felices, y su dinero no acabará en manos de una multinacional.
DURA LEX SED LEX
Alazne Cano
Letrada - Col. 4461 ICAGI