Josema Azpeitia / Caricatura: Javier Etayo "Tasio"
“HE TRABAJADO 40 AÑOS COMO HUMORISTA EN PARO”
Félix Maraña (León, 1953), se ha dedicado al periodismo desde los diecisiete años, singularmente al periodismo cultural. Sus artículos han aparecido en los diarios del grupo Vocento y en El Periódico de Catalunya, entre otros. Ha hecho diversas series para TV, algunas con Manu Leguineche. Ha dedicado estudios y artículos a retratar la vida sentimental y emocional de Donostia y el País Vasco. En 1987 recibió el Premio de Periodismo Miguel de Unamuno. Fue miembro de las revistas de literatura, editadas en Donostia, “Kurpil” (1973-1975) y “Kantil” (1976-1981), así como fundador de esta última. Fundador y director de la Oficina de Ideas (1985), de la colección Poesía Vasca, hoy (Gaur Egungo Euskal Poesia), para la Universidad del País Vasco (1990–2000), o la editorial Bermingham (1995), ha realizado diversas exposiciones (Baroja, Oteiza, Chillida, Antonio Zabala) y dirigido cursos universitarios. Licenciado en Ciencias de la Información, Graduado Social y Diplomado en Altos Estudios de Historia Contemporánea, en 2005 realizó, con Nuria Ruiz Cabestany la película “Oteiza tiembla. La respiración de la ría”.
Josema Azpeitia / Caricatura: Javier Etayo "Tasio"
¿Además de la literatura y la poesía, qué aficiones cultivas?
No sé si ha sido afición, aflicción o defecto: he dedicado mucho tiempo, mucho, a cantar la obra de los demás, casi como pasión abnegada, aunque me temo que no pasaré a la historia por esa tarea, dado que es muy posible que se me aplique aquella miserable máxima de uno que fue mi amigo: “No hagas un favor, que no te lo perdonan”. No me arrepiento. Soy lector profesional, es decir, sin profesión, y tengo por la música popular una especial querencia. Mi relación de amistad con la mayoría de los cantautores vascos y españoles es parte de mi dedicación vital también desde los 18 años, en que conocí en la Bienal Internacional del Sonido de Valladolid a Joaquín Díaz y a Paco de Lucía, recién llegado de México y USA. Tengo una afición que tampoco se tiene por tal, bueno, tenía, que es la compartir y departir en una mesa. Durante años tuve la oficina para estos trámites en el bar restaurante Hidalgo histórico, y también en el Andra Mari histórico (La merluza rellena curaba) y en el Bergara. El Bergara ha sido mi oficina permanente, incluso cuando no estoy. Y, aunque nadie me crea, he sido un humorista siempre. He trabajado cuarenta años como humorista en paro. Esa sí que es una profesión que estimo especialmente.
¿Cuál es tu lugar favorito en Donostia? ¿Y en Gipuzkoa?
En Donostia, en los días de silencio y lluvia suave, el rincón de la Plaza de Gipuzkoa. Es una representación de la naturaleza del mundo no suficientemente explicada. Mendiola escribió una novela, “La gaviota de la plaza de Guipúzcoa” que canta el encanto de este rincón, en el que me da que Usandizaga está muy aburrido.
¿Y en el resto de Euskal Herria?
Agiña, subir a Agiña y pasar horas. No sólo por encontrarme con las referencias del arte milenario (crómlechs) y del arte moderno (Oteiza, Vallet), sino el bunker de la guerra, el bosque, las potocas, las ovejas, las esquilas que pueblan de silencio armónico el principio del Pirineo, porque nosotros inventamos el Pirineo, comienza aquí, nace aquí, en el Golfo de Bizkaia. Ir a Arantzazu y perderte en las estribaciones de Aralar. También, subir a la falda, sólo para verle la falda, al Larraitz y luego comer en el Ostatu de Paulo Garaialde. Cualquier rincón de Gipuzkoa, alguna venta como la de Mandubia, Otzaurte, y otras, que recorrí con mi amigo Ángel Cruz Jaka Legorburu. Ir a Azkizu, en lo alto de Zumaia es mutarse. Pasear por Pasaia, en las dos márgenes, hasta perderse en el fiordo, es un modo de mejorar, por dentro y por fuera. Pero estar en lugares que son señal de tantas cosas, como el Museo Oteiza o Chillida Leku a mí me traslada a un mundo en el que quisiera vivir, que no es este de todos los días. Mi Playa y paseo de Zurriola es un lugar que mejora cada día. Lo siento cada día más mío, y mi mar lo sabe. De hecho, escribo mientras oigo su rumor, que me dice que no me extienda mucho, porque una revista no es un mar.
¿Y en el resto del mundo?
París, Casalarreina, Pompeya, Sarajevo y Peñacorada, cinco lugares donde quiero volver, en cuanto se acabe este Postmundo.
¿Cuál ha sido tu mejor viaje?
Mi viaje a Montevideo, donde he ido en dos ocasiones. Fue algo mágico. Una ciudad cuyos edificios de época, villas originales de construcción y origen europeo, todas ellas distintas entre sí, es una fiesta de la arquitectura. Montevideo es en sus calles una Universidad de la Arquitectura, que es otra de mis querencias, o aficiones, o maneras de mirar el mundo.
¿Y el viaje que te queda por hacer?
Quiero ir a países de Europa, como Hungría, todos los que engullía la vieja Yugoslavia y Polonia, volver a Italia, vivir allí sin que nadie lo sepa. Demasiados lugares para perderse a conciencia. Y volver a Lisboa y Sintra. Y a Fene, ese lugar del mundo que tiene un Museo de Humor, que inventó mi amigo Xaquín Marín. Y debo ir a Cuenca. Sí, no conozco Cuenca. Patxi Andión quería enseñármela él. Y debo ir a la posada en donde él escribía los poemas de su último, ay, disco.
¿Qué es lo que más valoras en una persona?
La fidelidad a sí mismo y a los demás. Pero, sobre todo, la compasión, la piedad, la comprensión del otro. Saber perdonar, verbo que no me gusta, porque la compasión es muy superior al perdón. Sólo quisiera que este sentimiento estuviera presente en quienes se consideren maltratados por mí, del mismo modo que yo lo siento por todos cuantos, equivocados o no, me desamaron.
¿Y qué detestas en una persona?
La trampa. La manipulación y el manejo de sus semejantes. La imposición y el dominio. Cada día me reafirmo en la idea de que somos realmente lo que compartimos. Es decir, lo que afirmamos. Negar a los demás es una forma de no ser uno mismo, es el principio de la intolerancia y el fin de la Humanidad.
¿Dónde has vivido tu mejor experiencia gastronómica?
En cientos de lugares. Debería hacer un diccionario de restaurantes, bares, tabernas y txokos en donde he disfrutado de ese placer que se concentra en uno de los agujeros de nuestro cuerpo, pero que, ante todo, es gozo y disfrute para la imaginación, la memoria, la vista, la literatura. Si un plato no tiene literatura y estética carece de emoción. Los sabores son sólo los alicientes que acompañan a la emoción. Pero como me pides lugares, anoto estos en Gipuzkoa, en resumen: Bedua, Arzac, Barkaiztegi, Lasa (Bergara), Etxeberri (Zumarraga), Casa Vallés de Donostia, Casa Urola, Jaizubia (Urdanibia), Zuberoa, Aitten Etxe, Argoin Txiki y Otzarreta (los tres de Zarautz) y Elkano de Getaria. Pero he pasado momentos gastronómicos y festivos únicos con mis cuadrillas en la sociedad, tanto en Itxas Gain, como Kondarrak, Zubigain e Itzalpe. En Itzalpe, con mis amigos Berasategi, editor, y la cuadrilla de bertsolaris, Lazkao Txiki, Txomin Garmendia, en quienes aprendí a conocer el humor en la literatura popular. Y no quiero que se me olvide, porque es otra de mis aficiones, la paella. Dicen que mis paellas tienen tal prolegómeno y preparación que no necesitan sal. Me lo dijo Busca Isusi: “Métale mar, Maraña, métale mucho mar y está resuelta”. En mi País de la Zurriola hay lugares, algunos ya he citado, donde la cocina en miniatura está, por rigor, producto y tratamiento en el mejor momento: han logrado bajar de cierto estadio inalcanzable los bocados más excelsos pero manteniendo la calidad. Creo que son medicina, pero mi médico no se ha convencido aún.
¿Cuál es el producto o costumbre gastronómica que más valoras en Euskal Herria?
El gran producto es la merluza y su tratamiento koxkero. Es algo sublime. Pero una merluza rebozada es también parte de esa emoción. También me gusta cómo se trata el pescado a la plancha y horno: un rodaballo, un lenguado. Pero unos Pelayos de la Costa, unas anchoas de las nuestras, ay, me cautivan del mismo modo. A Patxi Andión las anchoas le hacían llorar. Pones una botella de champagne, incluso un aperitivo con txakolí, y no necesitas comer en una semana, salvo los que subís al Gorosti todos los días. Y en Rioja Alavesa, claro, pimientos, chuletillas, vino del de verdad. Hablaré con mi médico para que todo esto acabe pronto.
¿Y el producto o costumbre que más te ha sorprendido fuera de aquí?
No logro concebir ese modo en que en León se aplica el pimentón en abundancia a los más sabrosos pescados, incluida la merluza. Y, a pesar de mi origen, el botillo del Bierzo me sigue pareciendo un almacén de tropiezos picantes. Ahora bien, las sopas de ajo leonesas son de excelencia, sobre todo las que hace Andrés Martínez Trapiello, que aún no las he probado.
Claro está que mi boca se educó en Donostia. Creo que en Andalucía se fríe en demasía el pescado, por más que lo llamen pescaíto, en diminutivo. Pero ahora mismo me iría a la Alpujarra, a estar en silencio un mes entero. Claro que no sé cómo me iba a arreglar si vive allí mi amigo y poeta de Legazpi Pello Zabaleta, que habla tanto como yo, incluso se dice que puede ganarme, y yo me dejo, porque Pello es un hombre bueno y amable, y cuenta historias que parecen mentira, y son mentira, pero siempre me las creo.
¿Cual es tu plato favorito para comer?
Sopa de pescado. Y repetir. Incluso tres veces. Plato único.
¿Y tu plato favorito para preparar? ¿Se te resiste algún plato o producto, ya sea para comerlo o para prepararlo?
Dicen, aunque todavía no lo creo de verdad, que hago paellas con encanto, tono y fervor. De hecho, todos repiten. Y no sé cocinar, pero coges mala fama y te lleva a la tumba.
Sugiérenos dos restaurantes en Donostia o Gipuzkoa.
En Gipuzkoa, el Basozabal de Arantzazu. En ese lugar he vivido, comido, soñado, escrito y disfrutado como en pocos lugares. En Donostia, me priva volver al Urepel, en la nueva dirección y sentarse en el Portu Etxe es crecer. Tienen ambos unos platos como para quedarse allí a vivir.
¿Y un par de restaurantes de Euskal Herria o del resto del mundo?
Ya he dicho varios, pero como no he citado al Túbal de Tafalla, lo digo ahora. En Bilbao, uno de los dos o tres Serantes, siempre me lío de la calle, pero los tres son muy buenos.
En Madrid, que también es el mundo, me priva el Jai Alai, del amigo Muñagorri. En sus rincones pasé momentos inolvidables con Chumy Chúmez, Forges y Manu Leguineche. También, la Trainera, de calle Lagasca, de cuyos almuerzos puedo escribir un par de libros.
¿Un cocinero o cocinera que te haya sorprendido?
Sorprendido, no, pero quiero invocar aquí el nombre de Silvi, del Hidalgo Histórico. Sus cazuelas de bacalao pilpil, sus rapes txikia con ese ajillo que hacía temblar, las alubias que nos preparaba en Santo Tomas Eguna, que bordaba, con su ayudanta, la señora Rufi. En Hidalgo nació, creció, se formó, y aprendió a ser el gran cocinero que es Juan Mari Humada, porque el Hidalgo fue el Centro Culinario de entonces, pero sin nombre inglés. Quien me sorprende muchas veces es el amigo Loureiro, que tiene unos bocados al repente, de lujo, gusto, visualidad, aroma, fuego. Tengo que ir, doctor, dígame ya cuándo. No sé qué hago aquí escribiendo.
¿Qué harías si te tocara la lotería?
A mí ya me tocó la lotería, sí, el Gordo. En 1975. Yo era soldado de Franco y acabábamos de matarlo (nadie lo había hecho hasta entonces). El Gordo era una cantidad astronómica. Piensen que por cada 25 pesetas jugadas recibías 180.000 pesetas. Hubo soldados en Loiola que compraron un piso en la Avenida de Zarautz de Donostia. A mí ya no me puede tocar la lotería, como a Félix Lumbreras, mi amigo de Sajazarra, que tenía un algo que atraía como imán los premios. Tenía una churrería en la Parte Vieja, porque vino aquí, de joven, a defender la República, y se quedó. Perdió la guerra, pero le tocó la lotería como a mí. Sé que Franco no nos daba la suerte, pero ambos sobrevivimos a aquel 1975 y a 1936, aunque yo entonces no estaba.
Lumbreras escribió un libro “Cuando los ciegos guían”, editado por Antonio Zavala en Sendoa, que recomiendo a quien quiera comprender la vida de un hombre que sólo hizo el bien. No quiero que vuelva a tocarme la lotería. Y sé que tengo que jugar con la cuadrilla. Nos ganan con eso de si luego toca.
Mi lotería es mi nieta y los míos.
Mi casa, la Librería.
Mi mundo, el Mundo.
CON LAS MANOS EN LA MASA
Javier Etayo "TASIO"
Ilustrador gráfico y hombre multidisciplinar
Etiquetas: nº 192 - octubre 2020