A lo largo de las últimas semanas hemos visto cómo las noticias relacionadas con la agricultura se hacían cada vez más frecuentes en los medios de comunicación de toda Europa, al mismo tiempo que los protagonistas del primer sector unían fuerzas para reivindicar sus derechos.
Esta protesta colectiva de la mayoría de países con peso del continente puede parecer excesiva si la miramos con ojos de urbanita, (ya que casi todos vivimos ajenos a su día a día) pero nada más lejos de la realidad.
En el año 2020, poco antes de la pandemia, ya reclamaban (bajo la etiqueta en redes sociales “Agricultores al límite”) respuestas claras frente a la caída de precios, guerras comerciales y subida de costes. También es de justicia recordar que cuando el mundo se paró, ell@s hicieron todo lo contrario, continuar trabajando. Conscientes de la importancia del lema “Si el campo no produce, la ciudad no come” dejaron a un lado las protestas para que, dentro de la parálisis y de la incertidumbre global que vivíamos, no faltara un plato en la mesa.
No hay como realizar un sencillo ejercicio de empatía con los protagonistas de estas movilizaciones para comprender en un instante que sus reclamaciones son justas. Y que, además, han tenido bastante paciencia.
Por eso, yo también saldría a protestar a la calle si cada vez me costara más producir, si tuviera que adaptarme a estrictas medidas de la Unión Europea para una producción “respetuosa” mientras mi competencia (desleal) de terceros países se cuela en mi mercado sin que tenga que pasar por el mismo filtro.
Protestaría si me viera obligado a vender a pérdidas, si notara que mi futuro peligra por culpa de una sequía cada vez más frecuente y con pocas soluciones y si la nueva PAC (Política Agraria Común) agroambiental redujera drásticamente mi producción y en algún caso, me obligara a no poder llevarla a cabo.
Me rebelaría si me llenaran de papeles, certificados y demás burocracia que me hiciera perder muchas horas de trabajo y me indignaría si contemplara perpleja que la Agenda 2030 del primer sector, la Ley de bienestar animal y la de las leyes ambientales y de protección de especies, salen de un despacho y no del campo y sus protagonistas.
La reclamación de los agricultores nos concierne a tod@s pero os invito a leer a uno de los protagonistas del campo a los que sigo y que, a lo largo de estas semanas, ha lanzado mensajes claros y directos. Lo vive en primera persona.
¡Larga vida al campo!... (es puro egoísmo) por nuestro bien…
Twitter @AgricultorCast (Tractorista de Castilla) Rural, rural nada más.
NERE ARIZTOY
Consultora de turismo gastronómico especializada
en sistema alimentarios
Etiquetas: nº 230 | febrero 2024