La campa de la Venta de Ulzama no alberga solo naturaleza verde. Es también el refugio de un nutrido grupo de ciervos que forman parte de la familia y de la vida de la casa.
Afortunadamente, hay lugares en los que perdura la tradición, perfectamente fusionada con la necesaria innovación, a pesar de haber transcurrido más de un siglo desde su apertura.
Enclavada en lo alto del Puerto de Belate y desde 1896, la Venta de Ulzama ha sido testigo de las idas y venidas de innumerables viajeros, a los que ha ofrecido siempre un hogar de paso, buenos alimentos y sobre todo, una esmerada atención al cliente.
Nos da la bienvenida la imponente chimenea al lado de la coqueta recepción, y si (como fue el caso) coincide que está encendida porque es época para ello, la sensación de calidez se multiplica.
Cinco generaciones después y al igual que le sucede a todo buen vino, la evolución en el tiempo de la venta ha sido para bien. Una continua actualización de sus 14 habitaciones hace que alojarse en ellas sea un placer para los sentidos. Amplias, algunas abuhardilladas y todas con su cuidada decoración en la que no falta detalle, las estancias invitan al relax y la desconexión.
La oferta gastronómica es variada. Y se puede disfrutar tanto en el exterior, accediendo a la terraza con preciosas vistas a la campa, como en su coqueto restaurante interior, con grandes ventanales. Si estamos de paso y tan sólo queremos reponer fuerzas, podemos picar algo rápido en el bar: fritos variados, los clásicos huevos con jamón, txistorra o lomo y por supuesto, en temporada, un delicioso chorizo de ciervo casero.
Pero la campa de la Venta de Ulzama no alberga solo naturaleza verde. Es también el refugio de un nutrido grupo de ciervos que forman parte de la familia y de la vida de la casa. Dependiendo de la época del año podremos asistir a los más auténticos espectáculos de la naturaleza, como por ejemplo la berrea en otoño o el nacimiento de los cervatillos en primavera.
Sería delito que alguien se fuera de aquí sin probar sus postres (todos caseros) y por supuesto algún plato más en función del gusto de cada un@. Sin que sirva de precedente, en esta ocasión voy a empezar por el final. Porque tanto los canutillos como la cuajada (la misma desde 1896) son quizás los productos más conocidos y con motivo. Pura fiesta. Pero la cosa no termina aquí. En este restaurante la carta está basada en productos frescos y de temporada: verduras de su huerta, hongo-beltza y setas de primavera, platos de caza; ciervo, paloma, pichón... sin olvidarnos de una más que sobresaliente txuleta y de pescados como el cogote de merluza o el rodaballo a la plancha. Todo ello acompañado de una cuidada carta de vinos.
Casi a punto de marchar tuve la suerte de coincidir por casualidad con Felisa Goñi (1937, nieta de los fundadores) y pude observar cómo trabaja, con que energía y mimo comprueba que todo esté perfectamente colocado y en su sitio. Entenderéis ahora por qué este lugar continúa siendo rincón de peregrinación.
www.ventadeulzama.com
IG @venta_de_ulzama
TURISMO GASTRONÓMICO
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Etiquetas: nº 215 | noviembre 2022