La tarde del viernes 11 de junio sufrimos una de esas noticias que te dejan paralizado, tanto en lo personal como en lo que significa para una organización que promueve la justicia en el Alimento como es Slow Food. El fallecimiento de Alberto López de Ipiña nos ha dejado tocados. En primer lugar, como es obvio, a Maite González, su mujer, a su hija e hijo, nietos/as, amistades más cercanas… y por ende, a todas las personas que de una u otra forma seguimos la estela del “marraskilo” promoviendo un conocimiento bueno, limpio y justo de la alimentación.
Así es; todavía se nos hace difícil de encajar la pérdida de Alberto. “Nadie es imprescindible -recuerdo que me dijo Maribel Delgado en el Tanatorio de Vitoria-Gasteiz, pero Alberto era insustituible”. Cuánta razón.
Alberto nació en Vitoria-Gasteiz pero su infancia se forjó en Manurga, su pueblo de referencia. A los 17 años comenzó a trabajar en Diputación Foral de Alava y allí labró su futuro profesional. De hecho, con 61 años de edad, ya tenía más o menos organizada su jubilación. No ha habido ocasión. Se nos ha ido para siempre… pero, afortunadamente, nos queda su legado, su incansable trabajo por el Alimento con mayúsculas.
Hay muchas facetas que podrían entresacarse de la trayectoria de Alberto pero, si tuviéramos que sintetizarlas en una clave gastronómica, podríamos hablar de:
- Su faceta gastronómica partiendo de la sociedad “Zapardiel”, cuartel general de Slow Food, y en diferentes encuentros gastronómicos como el Campeonato de Sociedades Gastronómicas, siendo jurado en otros –el último el del Pintxo del Centenario de su querido Deportivo Alavés- o en las múltiples visitas o encuentros que se desarrollaban con la gran familia de Slow Food Araba
- Como bien ha recordado Josean Arberas, “sabía sacar lo mejor de cada uno de nosotros”. Organizaba, planificaba, hacía la crónica de cómo había sido el día para luego enviarla por mail y subirla a la web… En este sentido, su trabajo será imposible de igualar.
- La defensa de las pequeñas y pequeños productores. La última vez que conversé con él fue en relación a la variedad “Euskal Txerri” en Alava. Siempre tenía el empeño de contactar con todas y todos ellos para hacerles saber que les íbamos a ayudar a visibilizar su labor, a conocer su producto…
- Dejo para el final lo que creo realmente más le satisfacía: las visitas a los centros escolares, el trabajo con las futuras generaciones. Ahí entroncaba con la parte científica en la persona de Bittor Rodríguez y en la parte productora con Javier Chaves.
Sería interminable seguir con la amplia labor realizada por Alberto. Todo comenzó en 2004 con la Sal de Añana incorporándola al Arca del Gusto (hoy Baluarte) de Slow Food con fieles aliados como Valentín Angulo. Su última actividad, apoyar a un incansable compañero de Slow Food Araba como Ángel San Mamed con la “Robleda de los Sueños” en Arcos de Quejana o asistir a un encuentro en Galicia con una destacada representación del convivium alavés. Poco más tarde, de camino al tradicional Pleno de Tierras Esparsas que este año se celebró en Ondategi (Cuadrilla de Zuia), conversaba con Ramiro González, el diputado general de Alava. “Me hablaba de su querida Manurga y de cómo en unos días se tomaría un pequeño descanso con su mujer, Maite”.
Han pasado días, semanas, tras su repentina marcha. Todavía cuesta asimilarlo… pero no queda otra que seguir hacia adelante. Todas las personas que conformamos Slow Food en Araba tenemos ese compromiso adquirido en la persona de Alberto. Ese compromiso no es nada que no podamos, y debamos, hacer: la defensa de nuestros pequeños/as productores, de los pueblos que lo jalonan, de la temporalidad, de las recetas tradicionales… del Alimento y la Biodiversidad con mayúsculas.
Y así lo vamos a seguir haciendo, Alberto. Por ti. Por Araba. Por Euskadi. Por esta maravillosa perla azul que flota en el Universo.
Eskerrik asko, lagun!
LA RUTA SLOW
AITOR BUENDÍA
Eibarrés, Vitoria-Gasteiz
Comunicación y Slow Food
www.blogseitb.com/larutaslow
Etiquetas: nº 199 - junio 2021