BRUNCH O BRUNTX
La noche como momento ideal para el desarrollo de peripecias eróticas está sobrevalorada. O al menos eso tiendo a pensar yo que ya peino unas cuantas canas y llego agotado al final del día. Los revolcones mañaneros están bien pero es poco verosímil eso de enzarzarse según nos despertamos como si después de dormir toda la noche el aliento de muchas personas no recordase a un gato muerto. Eso solo pasa en las películas americanas. Es hora de reivindicar la siesta como momento perfecto para desarrollar nuestras artes amatorias. ¿Pero después de una buena comida? No, por favor, pero que antiguos sois. Después de un brunch. La verdad es que esta absurda manía de utilizar anglicismos para todo a mí también me saca de quicio pero bueno... llamémosle brunch, bruntx o directamente hamaiketako. Le vamos a preparar a nuestra moza un par de rebanadas con cosas encima que le van a dejar el cuerpo y el espíritu en perfecto estado y predisposición para recibir nuestros cariños.
Un par de rebanadas gruesas de pan brioche que doraremos en la plancha o sartén con un poco de mantequilla. Para el brunch más trendy y cuqui pondremos encima un poco de aguacate aplastado con el tenedor o cortado en rodajas finas con un poco de pimienta, encima unas hojas de espinaca, unas lonchas de salmón ahumado, un huevo poché y lo napamos con salsa holandesa. Para el bruntx o hamaiketako tomate de aquí finamente cortado, beicon de euskaltxerri bien doradito, un huevo de caserío escalfado y la salsa holandesa también.
Van a ser como dos versiones de los huevos benedictinos, una más moderna y otra más autóctona.
Para que los huevos nos queden perfectos ponemos papel film en un vaso, una gota de aceite y el huevo. Cerramos la bolsita y lo ponemos en agua hirviendo (no muy fuerte) durante tres minutos o tres y medio para huevos grandes.
Para la salsa holandesa ponemos en un bol al baño María dos yemas de huevo batidas y vamos añadiendo en hilo mantequilla clarificada a la vez que le damos con la varilla hasta que ligue. Es como una mayonesa caliente con mantequilla en lugar de aceite. Cuando tenemos los ingredientes listos, la mesa preparada, música suave y la persiana a media asta para que entre la cantidad justa de luz montamos nuestras tostadas.
A esas horas todo está rico y se come con ganas pero además estamos mandando señales a nuestra chica de que estamos a la última y a lo clásico a la vez, de que tenemos aquí las raíces pero nuestras ramas son internacionales. Si regamos la comida con un gewurtztraminer para la primera tostada y un maceración carbónica de Rioja Alavesa para la segunda y la cosa no acaba en una siesta épica, lo mejor va a ser que nos olvidemos de los huevos y nos hagamos monjes benedictinos nosotros mismos.
Carlos Lahoz
Miravientos Distributions
ELGOIBAR