Sin prisa pero sin pausa, Aiert Izagirre va amoldando el Ostatu de Zerain a su imagen y semejanza convirtiéndolo poco a poco en un espacio cada vez más personal y más agradable. La última novedad ha consistido en reconvertir la planta superior, que hasta hace un año ocupaba su vivienda, en una coqueta zona de mesas con dos comedores privados de los que se puede disponer si queremos hacer una comida o reunión con cierta privacidad o que Aiert y su equipo utilizan cuando se llena la planta de abajo o cuando falla el tiempo y, de repente, la gente de las terrazas se ecuentra a la intemperie. Sea como sea, la apertura de la planta superior ha traído consigo un aumento en el trabajo y tanto Aiert como los usuarios del Ostatu están encantados de la vida.

Por lo demás, Aiert sigue practicando una cocina tradicional sin complicaciones que es, paradójicamente, la más complicada de todas porque se basa en una grandísima medida en la calidad del género que se ofrece y la buena mano del cocinero y no puede ser mejorada o disimulada con ningún artificio, por lo que el punto y el sabor de los platos deben cuidarse al máxmo.

En cualquier caso, eso no ha resultado nunca un problema para un cocinero con un grado de veteranía y fundamento como el de Aiert Izagirre, curtido en mil batallas y formado en las mejores mesas de los contornos, desde el Mujika de Liernia donde aprendió a guerrear hasta el Casa Urola de Pablo Loureiro donde adquirió los principios de la exquisitez y el respeto al producto.

Tras varios años al frente de este ostatu, eso sí, Aiert ha optado por ir simplificando la carta, no por pereza o por desidia, sino en el convencimiento de que ajustando la oferta va a poder ofrecer una mayor calidad tanto en el género y en la elaboración como en el servicio. Así nos lo demostró en nuestra última visita cuando nos sirvió el menú de fin de semana consistente en dos entrantes, medias ración de pescado, media de carne y postre al muy ajustado precio de 33 euros, bebida aparte. El menú arrancó con una ensalada de bacalao exquisita en su simpleza pues a falta de artificios, la calidad del bacalao y el equilibrio del aliño se bastaban para componer un plato perfecto. Siguió un plato que nos fue dejado en mesa con la frase de “aquí va lo que más se vende en el Ostatu”, referida a los fritos variados (ver receta), que si es cierto que no son la opción más gourmet, sí es la más canalla  y una de las más agradecidas. 

En pescado, Aiert nos alegró el paladar con un rodaballo servido con un exquisito pil-pil y unas patatitas panaderas que lo acompañaban a la perfección y tenía que haber rematado la parte salada con un suculento plato de carrillera con foie a la plancha... y digo “debería” porque, conocedor de nuestros gustos, Aiert añadió a la mesa unos callos caseros con los que nos ganó el estómago y el corazón. De postre, disfrutamos tanto de su jugosa tarta de queso, más cremosa y sabrosa que la tarta “donostiarra” convencional, y de la pantxineta, que siempre entra bien y si está bien hecha, como es el caso, mejor. Nos comenta además Aiert que quiere recuperar dos postres cásicos: la “Copa de la casa” y el Soufflé flambeado en mesa, lo que nos parece una idea excelente que no solo va a fidelizar a la clientela sino que va a atraer a no poca gente... La verdad es que Aiert le da al coco y tiene muy buenas ideas. Esperamos que poco a poco las vaya pudiendo llevar a cabo todas.

ZERAINGO OSTATUA

Udaletxeko Plaza - ZERAIN 
Tf: 943 80 17 99