¿QUÉ SABES DE LA LECHE “SIN LACTOSA”?
La leche, uno de los alimentos más icónicos de nuestra civilización, donde se condensa cultura, gastronomía, economía, nutrición y ciencia. Su historia, con más de 10.000 años, está llena de adeptos y detractores, dando lugar a muchos debates y curiosidades: desde el nombre que los griegos eligieron para llamar a nuestra galaxia, la “Vía Láctea”, hasta el hecho de que para los romanos el consumo excesivo de leche era un ejemplo de barbarismo o el de que los budistas japoneses despreciaban los lácteos y a los occidentales que los consumían... ¿Quién no ha oído hablar de los famosos baños de leche de burra de Cleopatra? ¿Quién no se ha deleitado con un suculento arroz con leche con que las amonas miman a sus nietos o ha disfrutado viajando por un país a traves de sus quesos...?
El debate actual se centra en volver a exaltar las bondades de dar el pecho al bebé, la leche cruda frente a la pasteurizada, los derechos de los animales, las negociaciones para las cuotas de producción, las cualidades saludables o no de la leche... y en este trajín los lineales de las tiendas de alimentación se han llenado de leche “sin lactosa”, leches vegetales, leches fortificadas con hierro, vitamina D...
Es de bien nacidos el ser agradecidos y que desde hace unos años la oferta en los lineales de la leche “sin lactosa” se haya multiplicado es una gran noticia para que las personas con intolerancia real a la lactosa tengan este producto a su alcance y a precio asequible.
Antes de saber qué pasa con las personas sanas (sin intolerancia a la lactosa) que la consumen te cuento qué es la lactosa. La lactosa es un disacárido, un azúcar o hidrato de carbono simple, presente en la leche de los mamíferos, incluida la materna. Hoy en día con tantos alimentos ultraprocesados también la encontramos en la bollería industrial, las salsas o los precocinados. Para poder digerir la lactosa necesitamos a la enzima lactasa, que se encuentra en el intestino delgado.
Al nacer, la intolerancia a la lactosa es muy rara. Ya que sin ella el bebe no podría alimentarse de la leche de su madre. Sin embargo, la actividad de la lactasa cae drásticamente a partir de la infancia y la adolescencia llegando a la edad de adultos con un 65% de la población mundial y más del 30% de la población española con la capacidad de la lactasa para digerir la lactosa mermada.
La intolerancia también puede ser pasajera y aparecer ligada a enfermedades gastrointestinales, ciertos medicamentos como los antibióticos, diarrea prolongada o malnutrición. Asimismo, un atracón de productos que contengan lactosa puede saturar la actividad de la enzima lactasa.
Lo que llama la atención es el aumento, en los últimos años, de personas sanas que optan por consumir productos sin lactosa, pensando erróneamente que son más digestivos y saludables, pero ¡qué desinformación! ya que restringir la cantidad de lactosa de nuestra dieta, sin ser intolerantes, podría curiosamente provocarnos la intolerancia a largo plazo.
La producción de lactasa en el intestino es dependiente y adaptada al consumo mantenido de lactosa. Si se elimina totalmente la lactosa de la dieta durante un periodo prolongado de tiempo nuestro intestino, a falta de estímulo entiende que no hay nada que digerir y deja de producir lactasa, así que cuando volvemos a tomar leche nos puede sentar mal. Y puede estar causado, no porque la lactosa de la leche sea mala, sino porque ya no fabricamos la lactasa para digerir por ese parón.
Durante muchos años he oído a los detractores decir que somos los únicos animales que tomamos leche en la edad adulta, pero yo considero que es un alimento más de los que nos brinda nuestra despensa, la naturaleza.
Y tú qué eres ¿un adepto o un detractor de la leche? Tema que da mucho para hablar... seguiremos.
DIETÉTICA
y alimentación
Carolina Rïn
Dietista Colegiada nº 1887