Domingo, 24 Noviembre 2024

SE VENDEN PREMIOS

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Me lo comentaba hace poco un cocinero con el que tengo una  gran confianza: a lo largo del mes de julio recibió una llamada telefónica de un  medio de comunicación nacional con sede en Madrid. La persona al aparato le anunciaba que el medio al que representaba organizaba unos premios anuales de gastronomía y que él había sido elegido como Mejor Cocinero del Año, nombramiento que, le aseguraban, se había hecho en función de su validez y que resultaba totalmente gratuito. La alegría del chef en cuestión y su agradecimiento fueron instantáneos.

A los pocos minutos el cocinero recibió otra llamada en la que una señorita, amablemente, le felicitaba por su nombramiento, le volvía a decir que el premio era gratuito, pero le añadía una información complementaria: para recibir ese premio “gratuito”, eso sí, debería antes formalizar una serie de inserciones publicitarias en el medio en cuestión, concretamente cuatro inserciones cuyo coste ascendía a la nada despreciable cantidad de 24.000 euros, aunque tratándose de él iban a realizar una generosa rebaja con lo que su aportación se veía reducida a 10.000 euros de nada. Por supuesto, la respuesta del interpelado fue agradecer la deferencia hacia él y renunciar al premio.

Éste es el parnorama actual, ni más ni menos, de muchos de los premios que organizan hoy en día periódicos, radios y otros entes privados, y que se venden al público como premios limpios, sin aporte económico, casi como si los organizadores fueran hermanitas de la caridad que por puro altruismo conceden dichos galardones a la gente que los merece.

No cabe duda de que tras los premios hay siempre un interés, ya sea éste económico, político, de prestigio... y que alrededor de muchos premios hay organizaciones cuyos promotores deben, al menos, ganarse la vida y obtener un beneficio que les sirva para vivir y para, de paso, ganar algo de dinero. Pero las organizaciones honradas emplean para ello sponsors, patrocinadores, instituciones... que les conceden una dotación económica. Y luego los premiados son elegidos por un jurado limpio y honrado.

Pero la práctica mencionada al inicio está muy extendida, sobre todo entre los medios que han visto descender sus ventas preocupantemente desde la irrupción de internet. Cobran a los sponsors, cobran a las instituciones, e incluso cobran a los premiados, con lo que la caja obtenida en una operación de éstas es sencillamente brutal. 

Las instituciones conocen estas prácticas y miran a otro lado. Tal vez deberían empezar a negar su ayuda a quien así procede. O si lo hacen, exigir que los premiados sean elegidos de manera honrada y, por supuesto, que no se les cobre. Resulta esperpéntico que un premio se convierta en un “impuesto” más.

 

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ESTUPIDO CONCIENZUDO


JOSEMA AZPEITIA
Coordinador de Ondojan.com