KIKE CALVO: LA PANADERA DE VALLECAS
(Escrito con la intención de provocar una sonrisa a un amigo “panadero” que en estos tiempos extraños ha perdido a un ser querido).
Once y cuarto de la mañana, Isidorus se calzó aquellos zapatos de nobuk parecidos a los creepers con los que, pensaba él, caminaba con más brío. Dispuesto a superar la abulia que cada vez con más frecuencia se apoderaba de él durante el confinamiento, se preparó para salir a la calle, tenía que hacer la compra de los próximos días. Dejaba en los 60 metros cuadrados de apartamento, a una adolescente pedaleando en una bicicleta estática con el sempiterno móvil pegado a su mano, mientras que su hijo pequeño de 6 años junto a su pareja revisaban en el ordenador las fotos de las vacaciones pasadas.
No cogió el ascensor. Desde el 6º B bajó las escaleras de dos en dos, contento por darle una hostia a la rutina del arresto domiciliario, como pensaba que se estaba convirtiendo el impuesto aislamiento social. Caminó por su barrio con paso decidido y rápido, a pesar de que no tenía mucha prisa, más bien todo lo contrario, pero era inevitable no ir a buen ritmo con aquellos zapatos parecidos a los creepers.
En el camino a la pescadería se cruzó con tres personas, apenas pasaban coches por la calzada, todos los comercios cerrados, cola en el estanco… pensó en lo sumamente extraño que le resultaba el paisaje urbano por el que caminaba. Al pasar por la librería se paró en el escaparate, entre los best sellers del momento vio a Daniel Jordá haciendo malabarismos con tres pequeños panes de hamburguesas en la portada del libro “Love is in the bread”. Al comienzo de la cuarentena su amigo Asier, sabiendo que Isidorus había comenzado a hacer pan en casa, le decía en un mensaje: mira esto, es pornografía pura, refiriéndose a una historia que el panadero había compartido en su cuenta de Instagram. Compró verdeles, antxoas y una cola de merluza. Terminó en la frutería y en Konproski cogió alguna conserva y yogures para la semana; como de costumbre en las últimas semanas, no había levadura de panadería. Ni fresca ni seca. En casa le quedaban unos 15 míseros gramos. Desviándose un poco de su ruta habitual puso rumbo a Almonte para probar suerte. En el camino le adelantó corriendo un extraño personaje con una sudadera negra con la capucha cubriéndole la cabeza. Bread or dead acertó a leer en la espalda del individuo. A Isidorus, que llevaba desde que empezó la cuarentena haciendo pan en casa con resultados no siempre satisfactorios, le pareció gracioso. Con una medio sonrisa murmuró estamos haciendo pan por encima de nuestras posibilidades, esto se nos va de las enharinadas manos. Tampoco hubo suerte ni en Pridl ni en Comply. Aburrido y un poco cansado por el peso de las bolsas de la compra, se puso en la cola de la panadería Ogi Zahar. Unos minutos de espera y justo cuando iba a preguntar a la dependienta por la dichosa… le dieron un empujón violento. Era el tipo de la sudadera negra con la capucha sobre la cabeza y una mascarilla verde hospital.
– Mira!!! esto que llevo en la mano es un pan de gasolinera que compré hace 6 días… si no quieres que te de un barrazo dame toda la levadura que tengas!!! y rápido que estoy muy nervioso… Me da igual que sea fresca o seca o Royal. Rápido te he dicho!!!!
La dependienta con los brazos en jarras no muy asustada le contestó:
– Mira mocoso, te dije hace dos días que no tengo la puta levadura. Que por no tener no tengo ni harina…
– Joder, joder, joder! ¿y ahora que hago yo?, gritó el tipo dando fuertes golpes en el mostrador con la barra de gasolinera, que aguantó semejantes envites sin romperse; ni una sola miga salió del arma disuasoria.
Isidorus vio el tatuaje que aquel individuo llevaba en la muñeca: Amor de Masa Madre, letras que atravesaban un corazón rojo.
– Marcha corriendo antes de que llame a la Ertzantza!, le gritó.
El de la sudadera de Bread or Dead cogió un txoripan del mostrador, tiró aquella cosa dura que parecía ser pan hacia donde se encontraban los hornos y salió disparado.
– Ya veo que no tienes lo que vengo a buscar le dijo nuestro protagonista a la intrépida dependienta que resoplando y atusándose el moño le contestó:
– Mira, me tenéis frita entre todos, parece que sin pan casero no hay un mañana. Que ganas tengo de que se acabe esta pesadilla...
Isidorus compró unos cruasanes para desayunar, todavía no se atrevía con esas cosas de pastelería. Como un protagonista de aquellas películas ochenteras del zarauztarra Eloy de la Igesia se había sentido, y le vino a la mente La estanquera de Vallecas, o mejor en este caso habría que titular La Panadera de Vallecas.
De vuelta a casa iba pensando que pasaría cuando esto acabase. ¿Habrá un antes y un después de esta historia del coronavirus, como mantienen algunas personas?¿Aprenderemos algo de esta experiencia, o todo volverá a ser igual cuando pase algo de tiempo? ¿Pasará lo mismo con la fiebre del pan casero o se llevará Eolo toda la harina de las encimeras de nuestras casas de un soplido?
Tan absorto iba en sus pensamientos que ni se dio cuenta de la pintada que acababa de dejar atrás: In bread we trust ponía en letras amarillas.
KIKE CALVO FORONDA
Gasteiztarra, nacido en mayo de 1959 y residente desde hace más de 15 años en Narbaiza, un pequeño pueblo de la Llanada Alavesa.
Con una larga experiencia laboral en el ámbito audiovisual, trabajó como técnico de imagen, guionista, realizador y coautor de tres publicaciones sobre el Cine Vasco, antes de dedicarse a su gran pasión: la cocina. Autodidacta, inquieto y curioso, desde 2010 se dedica de manera profesional a la cocina, una cocina errante, que presta sus servicios allá donde le llaman: celebraciones diversas, comidas familiares, cenas de empresa o cuadrilla….
En su blog www.pil-pilean.com publica desde el año 2012 recetas, relatos y reflexiones varias, entorno a la gastronomía.
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