LA CUEVA: DONDE SE COBIJA LA MÁS PURA TRADICIÓN
- Texto: JOSEMA AZPEITIA. Fotografía: RITXAR TOLOSA
Nos encanta acudir a La Cueva. Y nos encanta, entre otras cosas, porque es un establecimiento en el que prácticamente siempre ya sabemos de antemano lo que vamos a pedir, o lo que nos van a sacar. Y es que esta casa de comidas familiar es de esos restaurantes en el que en lugar de una enorme carta en la que perderse, se limitan a preparar cuatro cosas pero, eso sí, las preparan de maravilla.
Empecemos por algo tan sencillo como los frutos secos tostados (foto 1). Se trata de un pupurri de almendra marcona, almendra largueta, cacahuetes y avellanas que se compran en crudo y se hacen a la sartén todos los días, bien regados en sal, para que siempre estén recién hechos y crujientes. Los frutos secos de La Cueva son una joya... y así lo debieron de pensar los “amigos de lo ajeno” que la víspera de Semana Santa hicieron un agujero en el cristal de la terraza, se introdujeron en el bar, rompieron la máquina registradora y terminaron por llevarse un botín en género, género que en parte consumieron en el propio bar y, el resto, se lo llevaron a casa, como sucedió con los exquisitos frutos secos que fueron robados junto con la preciosa tartera de cerámica que los contenía en la barra. Guillermo Salvador, propietario junto con su hermana Fuensanta del restaurante y segunda generación del mismo, no puede evitar el sonreir al recordar el incidente. “Esto hará que la leyenda de estos frutos secos aumente y al final vendrá más gente a probarlos” comenta, medio en serio, medio en broma. Esperemos que la gente siga sus palabras y logren amortizar las pérdidas ocasionadas por el mencionado acto de vandalismo.
Volviendo a la oferta de La Cueva, otra rica opción de picoteo en temporada son las Guindillas de Ibarra (foto 2), que se sirven en un atractivo cucurucho que desentona, por su desenfadada modernidad, con el resto de la oferta del restaurante, que destaca por su simplicidad, eso sí, en el buen sentido de la palabra. En el texto que rodea a las piparras destaca la palabra “Churros”, y es que así es como se comen, como si fueran pipas o churros. Y antes de entrar en platos más potentes, no podemos tampoco dejar de degustar sus Champiñones a la plancha (foto 3). El único secreto de los mismos es el paciente corte a cuchillo, uno por uno, que toda la vida les ha efectuado María Salud Amago, madre de Guille y Fuensanta, que abrió junto con su marido Joaquín este restaurante hace más de 50 años, como atestigua la pancarta “provisional” que corona la entrada hace 7 años. Los champis se acompañan de ajo, aceite, perejil y pimentón del bueno. Y aunque en muchos sitios se ha intentado imitarlos, todavía no hay quien haya conseguido igualarlos.
Las Chuletillas de cordero (foto 7), cuya imagen también acompaña a este texto, son otro de los productos imprescindibles de La Cueva. Éstas pueden ser solicitadas como ración (6 unidades) o como “pintxo” (de una en una). Sea como sea, raro será que nos limitemos a comer una sola chuletilla (o una sola ración) ya que están espectaculares. La calidad del género sumado al “callo” adquirido en la plancha a lo largo de medio siglo hace que las de este restaurante sean unas chuletillas especialmente sabrosas.
Y ya que hemos mencionado los “callos”, comentar asimismo que en La Cueva se elaboran semanalmente unos de los mejores callos de la Parte Vieja (foto 8). Como casi todo en esta casa, se elaboran a la antigua usanza y sólo se les añade jamón y guindilla. Hasta ahora se habían ofrecido sólo como ración, pero de dos años hacia aquí se han empezado a ofrecer como pintxo en barra, lo que ha hecho que su consumo se dispare. Y es que, como reza la pizarra presente en la zona de bar, los callos pueden solicitarse con gusto, con cariño, o con las dos cosas al mismo precio. Un chollo, vamos.
Tampoco debemos dejar de mencionar los Caracoles en salsa (foto 5) otro producto claramente en extinción en los bares circundantes, o los Huevos rotos con patatas y jamón (foto 6), una pequeña concesión a la modernidad que está funcionando viento en popa. Sin olvidar sus fantásticos txipirones a la plancha (foto 4), difícilmente superables, o los postres, todos ellos caseros.
Lo dicho, si buscamos tradición en el buen sentido de la palabra, nuestro destino es La Cueva. Ojalá nos sigan empapando de la misma durante, al menos, otros 50 años.
LA CUEVA
Plaza de la Trinidad (Parte Vieja) - DONOSTIA-SAN SEBASTIÁN
Tf: 943 42 54 37