Sábado, 23 Noviembre 2024

DE HISTORIETAS Y ANIVERSARIOS

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Bajando el otro día en moto por la cuesta de Aldapeta, tras terminar una de las sesiones de cata que habitualmente realizamos en el Palacio de Aiete y pasar junto al Colegio Marianistas, comenzaron a llegarme un montón de recuerdos de juventud.

Aún recuerdo la primera vez que entré por la puerta del "patio de abajo". Tenía siete añitos y aquello me pareció enorme. Ni qué deciros cuando subí al "patio del medio", el doble de grande que el primero. Pasé allí once años de mi vida, de los cuales tan sólo guardo buenos recuerdos. Entre aquellas paredes conocí a muchos de los que hoy en día son grandes amigos. Fueron años muy felices. Incluso guardo excelente recuerdo de muchos de mis profesores. Ambrosio fue mi primer profesor de Química, allá por séptimo de E.G.B. Era un excelente docente y acudía con especial entusiasmo a sus clases. Tenía métodos muy particulares, como su famosa "hoja de puntos", con las que un par de días a la semana nos iba haciendo mini exámenes de un ejercicio, corregidos y calificados al momento hasta completar la decena. La materia se me daba especialmente bien, me gustaba mucho. Probablemente fue el artífice de que me decantase por los estudios de Química una vez hecha la Selectividad. Por contra, la asignatura de Historia me parecía lo más aburrido del mundo. ¿A quién podría interesarle esas cosas que habían pasado hace tanto tiempo? Se me hacía durísimo leer siquiera una página de aquellos libros. De hecho creo que nunca llegué a leer ni una sola, aunque mis notas en esta materia siempre eran bastante buenas. Podéis imaginar cómo lo conseguía. En segundo de B.U.P., la profesora de Historia, sospechaba que algo hacía en los exámenes para superarlos sin problemas sin pegar ni golpe y por eso me obligaba a hacer las pruebas en primera fila, para tenerme más controlado. Aún así, mis modernos métodos para la época no fueron nunca descubiertos. Qué tiempos tan divertidos.

Curiosamente mi interés por la historia fue cambiando a lo largo de los años. Cuando adquieres una cierta madurez, te das cuenta de la importancia que tiene su comprensión para el desarrollo de la persona. Conociendo los hechos pasados, afrontas de manera diferente tanto el presente como el futuro. Analizas mejor las situaciones y tu capacidad de reflexión se agudiza para tomar las decisiones de manera adecuada. En el caso del vino, la historia te ayuda a comprenderlos mejor, a valorarlos, a contextualizarlos.

Probablemente fue el libro Historia del Vino de Hugh Johnson el me hizo sentir esa curiosidad por los hechos pasados. Después vinieron otras lecturas sobre diferentes momentos de la historia, aunque no siempre relacionadas con el vino.

Cada vez que abro una botella de cierta edad, me gusta saber qué sucedió en el año que vio crecer esas uvas. Me resulta emocionante, por ejemplo, beber un vino nacido el mismo año que Joaquín Sorolla o en el que Abraham Lincoln dictó el "Acta de emancipación", por el que todos los esclavos quedaron libres en los Estados Unidos. Sucedió con aquel vino de Madeira de 1863 que trajo Luis Gutiérrez bajo el brazo en una de nuestras sesiones más memorables de iRekonductibles. Recuerdo también con especial emoción aquel "Trafalgar" con el que el gran Pitu Roca nos hizo llorar en su bodega del Celler de Can Roca. Un vino del cual tan sólo se sabía que las botas que lo contenían fueron adquiridas por González-Byass el mismo día de la batalla de Trafalgar, un 21 de Octubre de 1805. Ya en aquella fecha se compró como "vino viejísimo". Fue aquel un momento inolvidable para todos los que allí estuvimos.

Ayer durante la cena, abrí un blanco de 2003. Fue una añada calurosa y complicada en muchas regiones vinícolas, dando lugar a vinos sin demasiadas aptitudes para envejecer noblemente. Aunque representa un año mucho más cercano para nosotros, no pude evitar revisar las efemérides. Sucedieron a lo largo de éste una serie de hechos de gran relevancia mundial. Sin duda alguna, el suceso más negativo fue el comienzo de la segunda "Guerra del Golfo" en Irak, en lo que ha sido una de las actuaciones más vergonzosas e injustas de nuestra historia más reciente, dejando miles de muertos y un país destruido, tanto física como socialmente.

Dejando lo negativo, me alegré muchísimo viendo, en los archivos históricos del New York Times relativos al año 2003, un suceso que destacaba como uno de los más importantes del año, el lanzamiento de la revista ONDO JAN. Han sido ¡ciento cincuenta! números desde entonces. No está nada mal. Es una revista que siempre me ha gustado ojear y leer los artículos de todos los colaboradores que han intervenido a lo largo de todos estos años. Fue en 2008, recién inaugurada ESSENCIA Ardodenda, cuando Josema Azpeitia me propuso escribir una columna relacionada con el vino. No lo pensé demasiado, me gustaba la revista, disfrutaba escribiendo y me apasionaba el mundo del vino. ¿Cómo iba a decir que no? Por tanto, en este 2017 se cumplirán diez años de esta sección de ONDO JAN. ¡Creo que ha llegado la hora de cambiar la foto!

A lo largo de todo este tiempo, he aprendido mucho escribiendo sobre diversas regiones vinícolas, he disfrutado y reído rememorando los viajes realizados y me he emocionado, en no pocas ocasiones, describiendo momentos indescriptibles, esos momentos que ocupan lugar destacado en nuestra historia personal.

 

Larga vida a ONDO JAN!

 

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