Jueves, 21 Noviembre 2024

EL SUELO EN EL VINO

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Existen hoy día diferentes opiniones acerca de la existencia o no de aromas o sensaciones minerales en los vinos. De hecho, importantes personalidades del mundo vinícola aseguran que esta mineralidad de la que solemos hablar los catadores a la hora de analizar un vino, sencillamente no existe. En estos estudios realizados, parece ser que varios vinos han sido analizados en laboratorio y las moléculas que deberían dar esos aromas no aparecen por ningún lado.

Ni les doy la razón ni se la quito. Sus estudios son totalmente respetables y puede ser que sean acertados… o no.

Si nos ceñimos únicamente a analizar un vino desde su composición química, tendríamos que utilizar un lenguaje exclusivamente técnico, utilizando palabras tan difícilmente articulables como 3-isobutil-2-metoxipirazina ó 2-acetil tetrahidropirina, para definir algunos de los aromas existentes en los vinos, algo que seguro no ayudaría a fomentar la afición por el vino. Es por esto que, en la cata, utilizamos descriptores aromáticos (plátano, rosa, hierba seca, cuero, regaliz…) que sustituyen a estos términos tan específicos. Es más, en el lenguaje de la cata, en no pocas ocasiones, ante la imposibilidad de utilizar palabras técnicas exclusivas para el vino, a la hora de describir las sensaciones percibidas, no nos queda más remedio que utilizar términos atribuibles a otras materias, por ejemplo, a las personas. Es el caso de palabras como elegante, austero, sincero, etc., adjetivos estos aplicables a cualidades humanas con las que se intentan explicar las sensaciones experimentadas en la cata de ese vino.

Precisamente uno de los aspectos más importantes a la hora de disfrutar de un vino, es su parte emocional. Es, sin lugar a dudas, la clave en la que radica el éxito del vino. Al tener una copa delante, lo importante no es el vino en sí, no es su composición química lo que hace que nos emocione, sino que es el aura que envuelve ese vino, el paisaje que rodea tal viñedo, el tipo de suelo donde se nutre, las personas que lo trabajan, los recuerdos que nos transmite o simplemente el influjo que ejerce sobre nosotros una determinada marca. Eso es lo importante, eso es lo que hace que, sin saber cómo ni por qué, ese vino nos transporte a un estado de placer superior, que nos ponga los pelos de punta y se nos salte alguna que otra lágrima.

Nadie puede decir que es imposible percibir la sensación mineral de la tiza blanca en algunos vinos de Champagne, ni el tacto frío de una roca húmeda en algunos vinos con una composición elevada de este material en el suelo de su viñedo, o el aspecto terroso, casi arcilloso de ciertos vinos, porque estas sensaciones están ahí, porque las sientes y las percibes, porque por tanto, son muy reales.

En fin, como siempre me gusta decir, el vino esta hecho para disfrutar…

 

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DANI CORMÁN

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