AQUÍ SÍ HAY QUIEN VIVA
Poco a poco va calando en nuestra conciencia colectiva la mediación, que es una forma pacífica y no judicial de resolución de conflictos.
Ya ha llegado la vuelta al “cole”, y en mi caso, a mis papeles y mis casos, entre los que empieza a haber cierta tendencia a la guerra de vecinos. Septiembre ha llegado con un aroma bélico que no esperaba, sobre todo en lo que a relaciones vecinales se refiere. Cualquier propietario desea una Comunidad pacífica, un remanso de paz para descansar o un buen lugar para establecer su negocio, y sea cual sea la naturaleza de nuestra propiedad, ir a una reunión de vecinos que parece una batalla campal nunca es plato de gusto.
Respecto a los locales de negocio situados en plantas bajas los problemas suelen girar en torno a dos grandes ejes, las molestias y los gastos. Las molestias para los vecinos de las plantas superiores pueden convertir una actividad laboral en un infierno, con visitas de las autoridades municipales por llamadas, expedientes de urbanismo, y un sinfín de molestias para el sufrido propietario que quiere trabajar o descansar, según de quien hablemos.
Los gastos suelen despertar al dragón del local, pues es habitual que las cuotas de participación de los locales en planta baja sean más altas que las de los pisos, lo que hace que, según los estatutos de la Comunidad, puedan tener que contribuir de forma desmesurada a servicios de la propiedad que a veces incluso no disfrutan.
Más allá de la evidente recomendación sobre tener todo en regla, que, aunque parezca imposible no lo es, es importante recordar cuando se nos presentan estos conflictos, que entre la postura contraria y la nuestra propia puede haber espacios de consenso en los que ambas partes puedan encontrarse.
Aunque en este bendito país seamos altamente litigantes, y parezca a veces que si no pasamos por un Juzgado no nos quedamos a gusto, poco a poco va calando en nuestra conciencia colectiva la mediación, que es una forma pacífica y no judicial de resolución de conflictos, cuya eficacia está más que demostrada en ámbitos escolares, familiares y comunitarios.
Se trata aquí de hacer que la resolución del conflicto emane de las propias partes inmersas en él. No vamos a tener a un tercero diciéndonos qué hacer o imponiéndonos una solución que no satisface a nadie, no. Vamos a ser nosotros mismos los que, de la mano de un mediador, nos sentemos y poco a poco vayamos desentrañando la maraña del problema, y desde una actitud positiva, intentemos llegar a una solución para todos, solución que nosotros mismos habremos contribuido a buscar, y que precisamente por ello, será mucho más fácil de cumplir.
Yo diría que si empezamos a dejarnos el hacha de guerra y el casco en casa, y los cambiamos por un papel y un boli y la mente abierta, quizás hallemos un lugar más agradable y menos bélico en el que vivir o trabajar, y acabemos dejando la frase de “aquí no hay quien viva” para la televisión.
DURA LEX
sed lex
Alazne Cano
Letrada - Col. 4461 ICAGI