Domingo, 28 Abril 2024

DONOSTIA & SANLÚCAR

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Sanlúcar de Barrameda. Así se llama el lugar donde quiero pasar parte de mi vida. Es por esto que el pasado mes de Septiembre, unos cuantos pirados del vino, ocho concretamente, nos acercamos a tierras sanluqueñas con el claro objetivo de reconocer el terreno para una futura jubilación.

Han sido siete días de gloria, de disfrute pleno, de reencuentro con uno mismo. Siete días en los que en todos y cada uno de ellos te das cuenta que no te has equivocado, que el vino no es sólo tu trabajo sino que es una parte fundamental de tu vida y que sin él serías otra persona completamente diferente a la que eres.

El vino es algo muy grande, siempre he pensado que hace a las personas más abiertas, comprensivas y generosas. Así lo han demostrado todas las gentes que nos han recibido en sus casas, bodegas y tabernas. 

Alonso Ruiz, al frente junto a su hija Rocío de Bodegas Mons Urium, nos hizo pasar una tarde maravillosa, donde no paramos de charlar acerca del pasado, presente y futuro de los vinos de Jerez. Qué bien lo pasamos! Qué buenos están los vinos de Urium! Qué gente más encantadora!

Sanlúcar de Barrameda no sería la misma sin la pasión, sinceridad y locura de nuestro gran amigo Fernando Angulo. De su mano conocimos el pago de Mahína, donde nacen varios de sus vinos, los cuales probamos in situ junto al "Bolli" y a Antonio, experimentados viticultores del lugar. Visitamos su preciosa bodeguita, minúscula, caótica. Fernando, eres ya muy grande, aunque lo serás mucho más en el futuro. Posteriormente, tras un poteo por las tabernas del Barrio Alto, con cantes jondos incluidos, disfrutamos de una sensacional comida en La Herrería de Paco Félix, una preciosa taberna con un patio digno de ser considerado patrimonio de la humanidad. Platos tradicionales sanluqueños a unos diez euros por cabeza...¡casi nada!

Probablemente Gutiérrez Colosía sea la más tradicional de las bodegas que visitamos y una de las pocas que quedan en el Puerto de Santa María. Vinos serios y bien definidos. Pero estando en el lugar donde nos encontrábamos, no podíamos dejar pasar la ocasión de comer en el nuevo Aponiente. Ángel León, el sumiller Juan Ruiz y todo el equipo del restaurante hicieron posible que pasásemos una jornada gastronómica inolvidable, sin duda alguna de las mejores vividas hasta ahora a lo largo de nuestra vida.

Conocimos también a los hermanos Francisco y José Blanco, de La Callejuela. Anduvimos por su viñedo, vigilados en todo momento por sus conejos de campo y probamos sus excelentes y personalísimos vinos, de extrema finura. Recientemente han sacado al mercado una manzanilla de añada, siendo pioneros en esta nueva tipología de vino, la cual podéis disfrutar, incluso por copas, en ESSENCIA.

Probablemente, los momentos que más me han marcado en este viaje hayan sido los pasados con Ramiro Ibáñez. Apunten bien este nombre señores. Nos dimos cita en su pequeñísima bodega, en Bajo de Guía, a pie de playa, con todo el Guadalquivir y el Coto de Doñana enfrente, ¡qué maravilla!. Ramiro no es una persona cualquiera. Domina la historia, conoce en profundidad los suelos y las uvas, derrocha pasión en sus palabras y además es humilde. Consciente del momento tan importante por el que pasan los vinos de Jerez, ha impulsado, junto a otros elaboradores revolucionarios de Sanlúcar, El Puerto, Jerez y Chiclana, el "Manifiesto 119", en el que se establecen una serie de puntos con el fin de relanzar los vinos de la región. Entre estos destacan el dar más importancia al trabajo en el viñedo para conseguir una uva de mayor calidad, recuperar las Casas de Viña donde vivían antiguamente los capataces o la elaboración de vinos sin encabezar. Sin duda, las bases del futuro de los vinos de Jerez, o como a ellos les gusta decir: "la construcción del futuro según el pasado".

Un buen amigo me dijo hace tiempo: "Dani, cuando vayas a La Guita de Misericordia, en el Barrio Alto de Sanlúcar, comprenderás todo mucho mejor". Dicho y hecho. Allí nos recibió el gran Eduardo Ojeda con los brazos abiertos. Una magia especial inunda las paredes de este templo. Es algo difícil de explicar. Cuando sientes ese escalofrío de emoción en tu interior, te das cuenta que no estás en cualquier sitio. Es una experiencia imprescindible para todo amante del vino. Podría compararse al peregrinaje de un musulmán a La Meca o de un budista al monte Kailash en el Tíbet. Emocionante, muy emocionante. 

Con lágrimas todavía en los ojos y en compañía de Eduardo, acudimos a la Taberna der Guerrita. Allí nos había preparado Andrés Conde, del afamado restaurante "La Cigaleña" de Santander, una fantástica cata de vinos de Jura, tras la cual dimos cuenta de una deliciosa comida gracias al buen hacer de la madre del gran Armando Guerra, "er Guerrita" para los amigos. La Taberna der Guerrita es otro de esos lugares imprescindibles a visitar en Sanlúcar. Armando es además uno de los impulsores de ese "Manifiesto 119" y una de las personas que más está apoyando a los jóvenes valores gaditanos. La Taberna tiene una sala de catas donde se celebran durante el verano muchas de las mejores catas del estado, contando con la presencia de excelentes elaboradores, periodistas, críticos vinícolas, sumilleres, etc. Un auténtico lujazo.

Una semana irrepetible entre amigos, buen tiempo y muchos de los mejores vinos del mundo. Donostia debe hermanarse con Sanlúcar, ESSENCIA y La Taberna der Guerrita ya lo han hecho...

 

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DANI CORMÁN

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