EL IRREVERSIBLE INFLUJO DE LA CHAMPAÑA

| nº 195 | enero 2021
EL IRREVERSIBLE INFLUJO DE LA CHAMPAÑA Imagen 1

Tras aquellas primeras visitas a pequeños productores en Francia, me quedó clara una cosa. Para ellos lo más importante para producir buenos vinos era, en primer lugar, el viñedo, en segundo,el viñedo y en tercer lugar, el viñedo. .

Recuerdo mi primer flechazo con los vinos de Champagne. Fue hace ya unos cuantos años. Y cuando digo unos cuantos, me refiero a unos quince. El canadiense Steve L’Abbe, sumiller por aquellos entonces del restaurante Martin Berasategui me invitó, junto a otros amigos, a una cata de vinos de Champagne en el restaurante lasartearra. De aquella sesión hubo dos cosas que me marcaron profundamente. La primera, el descubrimiento de los vinos de Jacques Selosse. La segunda, la sensación que sentí tras haber probado unos veinte vinos diferentes y chupar -chupar he dicho, sí- el trozo de suelo de Champagne, comúnmente denominado creta o craie, que Steve nos pasó uno a uno y comprobar que aquel sabor tan peculiar se encontraba en los vinos que habíamos catado previamente. C´est la minéralité!, clamaba Steve.

Posteriormente realicé un viaje junto a un amigo para conocer de primera mano la zona. Fue mi primer viaje vinícola serio al país vecino. Aprovechamos para visitar, de camino, un par de productores en el valle del Loira. Frantz Saumon en el bonito pueblo de Montlouis y el Domaine Le Briseau de Christian Chaussard y Natalie Gaubicher en Marçon. Hasta entonces, mis visitas vinícolas se habían limitado al territorio nacional. Casi siempre se cumplía el mismo patrón. Lugares limpios y ordenados, con estancias perfectamente separadas para la recepción de la uva, su despalillado y estrujado, prensas de ultimísima generación, brillantes e impolutos depósitos de acero inoxidable, sala de crianza con barricas preciosas, casi todas nuevas y del mismo tamaño, perfectamente dispuestas en el espacio, línea de embotellado -siempre de marca italiana- e incluso, en algunas de ellas, una pequeña tienda o lugar habilitado por si querías llevarte alguna caja. Recuerdo la receta que, en numerosas ocasiones, tenían buena parte de los productores para hacer esos vinos tan perfectos: “Para hacer buen vino se necesitan tres cosas: la primera, limpieza; la segunda limpieza y la tercera limpieza”. Y es que muchas de ellas parecían casi hospitales. Esa imagen de bodega que tenía hasta entonces, se vino al traste al recorrer las del país vecino. Frantz Saumon nos recibió, casi con el pijama, en la cocina de su casa, la cual tenía salida directa a un patio un tanto descuidado desde el que se accedía a una especie de pequeño establo donde se encontraba la bodega. Depósitos de resina, prensa mecánica de madera, unas pocas barricas viejas y de diferentes tamaños, limpieza la justa, todo en la misma estancia... ¿y los vinos? ... sabrosos, tensos, directos, especiales. Pero la bomba fue la visita del Domaine Le Briseau. Qué bien suena, ¿eh?. La palabra Domaine -y más en el valle del Loira- incita a imaginarte un presuntuoso castillo a la orilla del río o algo así. Pues no fue el caso precisamente. Pasamos con el coche varias veces delante del lugar, comentando “aquí no puede ser”. Y sin embargo, allí era. Nos recibieron Christian -Patapon para los amigos- y Natalie en su casa. Junto a un patio interior descubierto tenían una especie de “garaje-sala de estar-almacén-bodega-parque infantil”. Allí charlamos distendidamente durante un buen rato entre buenos embutidos, quesos y vino. Lo mejor vino cuando Christian nos llevó a la cueva junto a su casa, excavada en la montaña, donde criaba sus vinos. Sentimos la emoción de probar cosas únicas, viejísimas algunas de ellas, que nos transportaron inevitablemente a los grandes vinos de Jerez. Emocionante. Nos acercamos también hasta Les Mortiers, una preciosa parcela de viejas cepas de Pinot d’Aunis en la que unos listillos dejaron, un par de meses atrás, limpia de uvas justo la noche anterior a su vendimia. Es curioso ver cómo, uno de tus mejores viñedos -si no el mejor- puede darte tantas alegrías pero también la mayor de las tristezas. Y no me refiero al robo de las uvas. Pasados un par de años de aquella visita, Christian falleció trágicamente al volcar su tractor precisamente en aquella misma ladera. 

La nieve nos recibió en el mismo momento de nuestra llegada a Avize entrada ya casi la noche. La mañana siguiente resultó mágica, con un precioso manto blanco sobre el viñedo de Champagne. Pasamos toda la mañana con Pascal Agrapart, empapándonos de su conocimiento y de la nieve que caía en mitad de su viñedo. No pude evitarlo, escarbé en ella hasta alcanzar el suelo y llevarme un par de buenos trozos de creta dispuesta a ser chupeteada y rechupeteada por tierras essencianas. Aquel fue mi primer contacto con la región y algo comenzaba a revolverse en mi interior. El influjo de la Champaña no tiene vuelta atrás.

Tras aquellas primeras visitas a pequeños productores en Francia, me quedó clara una cosa. Para  ellos lo más importante para producir buenos vinos era, en primer lugar, el viñedo, en segundo,el viñedo y en tercer lugar, el viñedo. Esta máxima es algo que, afortunadamente, ha cambiado la filosofía de los productores del Estado en los últimos años. Sin descuidar la limpieza, algo de gran importancia, han asumido que para elaborar buenos vinos, se necesita un trabajo muy importante en el viñedo. Saber interpretar tus plantas para conseguir su equilibrio junto a la naturaleza y crear ese vínculo casi espiritual con ellas, resulta fundamental. Es el auténtico “quid” de la cuestión.

Pasados los años, han sido innumerables las escapadas por trabajo o por puro placer. En una de ellas conocí a Jordi Melendo en Épernay. Su pasión por el Champagne hizo que publicara, en 2014, la Guía Melendo del Champagne. Para ello nos juntamos nueve amantes de estos vinos pero de diferentes puntos de vista y ámbitos profesionales. Nos encerramos durante un par de intensos días en el Hotel Sport de Falset para catar a ciegas y puntuar unas seiscientas botellas enviadas por los productores. Nos dividimos en tres mesas y tuve la inmensa fortuna de compartir estas catas junto a Manuela Romeralo y Juancho Asenjo, dos de los personajes más importantes del mundo del vino en el territorio nacional. Fue una preciosa experiencia de la que, además de aprender de su sabiduría, quedó una gran amistad entre nosotros.

La guía fue todo un éxito y ha seguido editándose cada dos años. He tenido la suerte y el placer de participar en todas y cada una de ellas. Recientemente se ha editado la cuarta edición y hace poco menos de un mes vio su salida al mercado. Como ya os he dicho, las catas se realizan a ciegas, es decir, las puntuaciones se otorgan sin ver la etiqueta, lo que añade un valor extra a esta publicación. 

Si os gusta el Champagne, os la recomiendo. También os diré que he puesto unas pocas a la venta en la tienda online de ESSENCIA wine y, por ser lectores de Ondojan.com, podréis beneficiaros de un descuento del 20% de su valor original, incluyendo el código ONDOEDAN cuando realicéis vuestra compra... ¡Salud!

 

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