VIDAS TRUNCADAS DE RAÍZ

| nº 189 | julio 2020

Texto: JOSEMA AZPEITIA Periodista gastronómico

Como si de una maldición se tratara, volvemos a empezar un nuevo ejemplar de Ondojan, al igual que hicimos en el anterior con Joaquín Fernández del Dickens, con una glosa, en este caso a dos amigos desaparecidos durante esta etapa final de la desescalada. Ni uno ni otro han llegado al final del Estado de Alarma aunque ninguno de los dos ha fallecido por obra y gracia del Coronavirus... la vida es así de caprichosa y cruel.

Hablamos de dos hosteleros de pura cepa, de esos que cada vez quedan menos en nuestras barras y nuestras cocinas. Juanma Garmendia, del asador Kattalin de Beasain nos dejó repentinamente la noche del 22 de mayo cuando un accidente estúpido e impredecible, una caída por las escaleras de casa, acabó con su vida cuando sólo faltaban tres días para poner de nuevo en marcha el restaurante y contando tan sólo con 59 años de edad. 

KATTALIN Beasain 2 Pezuñas 6626 OJ189

Juanma era un sacrificado parrillero que siempre estaba rompiéndose la cabeza por conseguir el mejor género para alimentar las llamas de su parrilla. A lo largo de los últimos años se había especializado en carnes del país e, incluso, había llegado a criar el mismo vacas y bueyes autóctonos o cercanos en el caserío Abarrizketa de Lazkaomendi, con la complicidad de su amigo Pantxo. Este celo de Juanma por servir la mejor carne le había valido una entusiasta clientela y la consecución, en su día, de la txapela que le acreditó como Campeón de parrilla de Euskal Herria. De carácter afable y bonachón, Juanma era miembro de la Asociación Jakitea con la que colaboraba desinteresadamente en todos los eventos que ésta llevaba a cabo. A sus miembros les va a costar mucho asimilar su pérdida.

Por otra parte, Antxon Vallés, responsable del veterano bar Casa Vallés de Donostia tras la jubilación de su hermano Blas falleció el pasado jueves 18 de junio por una insuficiencia coronaria, en este caso contando con 57 años de edad.

ANTXON VALLES 2678 OJ189

Antxon había sido durante toda su vida un hostelero respetado por crítica, público, medios de comunicación, turistas... el hecho de dirigir uno de los restaruantes más emblemáticos de la ciudad donde, además, se había inventado la Gilda, lo convirtió en víctima continua de cámaras fotográficas, móviles y videocámaras, lo que no le hacía perder el humor ni el buen trato con la gente a pesar de la saturación a la que a veces era sometido y a la que siempre respondía con suma amabilidad.

Antxon, al igual que Juanma, fueron terriblemente generosos con esta humilde publicación. Siempre nos ayudaron cediéndonos sus instalaciones y su género tanto en presentaiones como en aniversarios, encuentros profesionales... ambos, además, colaboraban habitualmente con proyectos solidarios y altruistas cuando se lo requerían. Se han ido dos grandes hombres que no se limitaban, ni mucho menos, a trabajar y a llenarse los bolsillos. La gastronomía vasca está de luto.